Saturday, July 11, 2009

Ética cuántica


Teatro La Plaza ISIL, 23 de mayo de 2009

Mientras disfrutaba de Copenhague, de Michael Frayn en la versión de Marian Gubbins, recordaba Los físicos, de Friedrich Dürrenmatt (que espero verla en escena alguna vez). Más precisamente, volvía sobre dos extremos del discurso del físico Möbius y los aplicaba a lo que estaba presenciando. “Físicos, pero inocentes” y “Lo que se pensó una vez, ya no puede ser revocado” marcan la pauta, creo yo, de la especulación humanista –si se me permite el término- sobre la labor científica.

Así como aprendimos que la idea de dios no es necesaria para el trabajo científico, entiendo que los físicos tampoco introducen la variable moral en sus investigaciones. Es obvio. Tienen libertad creativa para la formulación y experimentación de sus hipótesis o teorías, así estas lleven a la extinción de la humanidad en menos de un segundo. Las presiones de poder, políticas o sociales, y el cuestionamiento moral de sus resultados son siempre posteriores. El juicio moral –“es moral esta investigación; si no lo es, debo suspenderla”- juega en una dimensión distinta y en un tiempo posterior.

Frente a ello, al amedrentado humanista no le queda otra opción que desear –si el deseo tiene algún resultado empírico- que las investigaciones físicas siempre se frustren o, por lo menos, demoren lo suficiente. Y ya, con mayor neurosis, incluso puede postular la total intervención estatal, la eliminación de todo ese gremio o el oscurantismo. El pobre humanista es ingenuo, y de seguro desaparezca desmaterializado con todos sus congéneres cuando se compruebe que, ahora sí, la hipótesis no falló.

Copenhague, además de convincentes y sólidas actuaciones, presenta un interesante debate ético sobre los alcances, finalidades y compromisos del trabajo científico. El espectador ni siquiera piensa en mirar el reloj. No puede.


Abraham García Chávarri

Sunday, April 12, 2009

Pequeñas certezas


Centro Cultural PUCP, 3 de abril de 2009.

Pequeñas certezas, de la dramaturga mexicana Bárbara Colio, en la versión de Alberto Isola, tiene la virtud de no darnos tregua. Parafraseando al director de cine Arvin Brown, respecto de una actuación de Al Pacino sobre las cuatro tablas, la obra destruía cada ordinaria certidumbre “que hacía pedazos la línea mística que permite al público sentirse cómodo”. Y es que para mí el teatro, como lo dijo Roberto Ángeles, perturba.

Sin entrar en discusiones amplias o serias, se puede convenir en que es saludable dar por ciertos algunos aspectos de nuestra vida, en el sentido de que es práctico permitirnos algunas verdades inconmovibles y no cuestionarlo todo. Aunque deleznables, si bien se mira, son pautas para la acción, por lo que es sensato no sumar problemas adicionales y dejarse llevar por ellas.

Pero, ¿qué pasa si, de buenas a primeras, no nos dejan seguir valiéndonos de nuestras certezas? La quiebra de una sucede a la otra. ¿Qué hacer frente a ello: inmovilidad, encierro, elusión, la construcción siempre precaria de otras? Las respuestas, desde el humor negro, implacable, y el egoísmo por cada quien ver por su vida, las pone a debate esta muy interesante pieza de teatro que, en la desaparición premeditada o episódica de una persona, en sus facetas de hermano y amante, jala el hilo de la madeja.

Salvo el final feliz, innecesario, la obra me gustó mucho. La música, seleccionada por Alberto Isola, fue precisa. Aprendí a disfrutar los corridos gracias a mi amigo Oscar Aybar. Tienen esa atmósfera entre ordinaria y miserable que se acopla perfecta a las más que inverosímiles biografías de sus intérpretes, y a los que me gusta conectar, uniendo el norte con el sur, con los compadritos que mueren y que no se quejan, con las gargantas tajeadas de oreja a oreja. Esa música ruda, violenta, es Tijuana, uno de los escenarios donde ocurre la trama.

El reparto estuvo perfecto. Haydée Cáceres, Wendy Vásquez, Urpi Gibbons, Alejandra Guerra son estupendas actrices de teatro; les creemos todo. Gonzalo Molina no me convenció al comienzo, pero ello se resuelve escenas más adelante.

Declaro ser un rendido admirador de Wendy Vásquez. Su trabajo como Catherine en La Prueba (de David Auburn, en la versión de Francisco Lombardi) fue el mejor que he visto el año pasado en el caso de las actrices. Quedé exhausto con su magnífica interpretación. Los pies descalzos, recogidos, la forma de sentarse, su mirada y sus silencios, el soberbio monosílabo final con el que termina la primera parte –y en la que debió finalizar la obra-, todo en ella hacía ver el conjunto de los más atormentadores sentimientos, mientras transitaba por trozos de un pasado a ratos calmado y a ratos profundamente doloroso.

Ahora, como Sofía, está completamente distinta, en gestos y poses de dureza vulgar que se deshacen con una porción de torta de chocolate todavía caliente, a la vez que añoran la cálida mano que le acomode el cabello o la voz no menos dulce que le diga lo bonito que está su vestido nuevo. Wendy Vásquez hace que uno tenga la obligación de verla cada vez que actúa para sobrecogernos y agobiarnos con su desempeño.


Abraham García Chávarri

Tuesday, April 07, 2009

FUJIMORI: 2032


Hoy se dictó la sentencia más importante en la historia de nuestro país. Hoy se condenó a veinticinco años a un ex presidente, a un mandatario que usó y abusó de su poder omnímodo, a un tipo cobarde que destruyó cualquier vestigio de institucionalidad existente en nuestro país, que cometió sin lugar a dudas crímenes de lesa humanidad.

Antes de dictarse la sentencia (y después de dictarse ésta) se ha dicho mucho sobre el legado fujimorista en la historia de nuestro país. Es cierto, nadie puede negar los grandes avances que tuvimos, después de haber sufrido esos infaustos años ochenta. Claro, tampoco debemos olvidar que si bien en los años noventa se avanzó en muchos aspectos, también hubo muchos retrocesos. Si bien nos acercamos al progreso en términos económicos, en los aspectos sociales y jurídicos nos hundimos en la más sucia de las cloacas. No caigamos pues en el juego de considerar que Fujimori fue un gran presidente, porque ciertamente estuvo muy lejos de serlo.

Mucho también se ha hablado de “juicio político” o “juicio mediático” o de la “venganza de los caviares”. Primero, el juicio ha sido impecable, por lo que debe ser dejado de lado cualquier cuestionamiento a la independencia o calidad de los vocales o de las garantías procesales que tuvo el inculpado.

¿Y de qué presiones políticas se habla? ¿Acaso el fujimorismo no está aliado con el poder político vigente? ¿Acaso no dicen que los “caviares” no representan a nadie? ¿De qué presiones hablamos, de qué venganza, de qué persecución? ¿Tal vez se refieran acaso a lo sufrido por Gorriti o Dyer cuando fueron secuestrados? ¿Tal vez hablan de las constantes injurias que sufrieron los familiares de los desaparecidos de La Cantuta y los muertos de Barrios Altos, incluido un niño? ¿Tal vez se refieran a todas las atrocidades cometidas en la década de los noventa? ¿Se referirán a ese tipo de persecución y venganza?

Igualmente, la prensa o los medios de comunicación han mostrado rostros amables o hasta simpatizantes a favor del reo y de su familia. Basta pues leer a De Althaus o Mariátegui, revisar pasquines tales como “La Razón” o “Expreso”, oír en la radio cualquier programa de RPP en el que aparezca Raúl Vargas, ver a Bayly o nuevamente a De Althaus, o las entrevistas siempre complacientes a los representantes del fujimorismo, entre otras perlas. Así, de haber existido presión mediática, ésta vino de los sectores naranjas y su prensa afín. La mención a un “juicio mediático” suena a burla, viniendo sobre todo de las bocas de aquellos que no dudaron un segundo en comprar conciencias y líneas editoriales, o en poner en oferta las suyas.

Los argumentos para la absolución de Fujimori tuvieron poco de jurídicos, y pretendieron señalar que como éste realizó labores favorables para el Perú, cualquier “error” cometido debía ser automáticamente perdonado. Con ello, tácitamente se admite la culpabilidad del reo, pero se apela a las partes positivas de su gobierno, a efectos de soslayar o ignorar la importante y terrible parte negativa. Así, quienes hablaban de juicio político son los primeros en utilizar argumentos políticos para obtener un resultado favorable. Pero, ¿qué esperamos?, el fujimorismo nunca se ha caracterizado por la coherencia.

Se habla también de “excesos necesarios” o “costos de la guerra” o que “había que atacarlos como ellos nos atacaron a nosotros”. ¿Es un costo de guerra la muerte de un niño inocente? ¿Quizá se justificaba la muerte de personas que festejaban sin tener vínculo alguno con organizaciones terroristas? ¿Es un “error” la muerte premeditada de jóvenes que descansaban después de un día de universidad? ¿Era realmente necesario? ¿Se puede poner el Estado al mismo nivel que los criminales que combate y cometer los mismos excesos que condena? Los que dicen tales barbaridades carecen de la empatía que todo ser humano debería tener, o simplemente no les interesa que sus propios hijos, padres o hermanos mueran por un “bien mayor”, o no son mejores que toda la lacra terrorista que atacó a nuestro país.

Lo que sigue es ciertamente complicado. Se viene la apelación, las verdaderas presiones políticas y mediáticas. Se aproxima la campaña por la presidencia (¿o por el indulto de su padre?) de Keiko Fujimori (que tendría que explicar cómo pagó sus estudios y la razón por la cual permitió tantos maltratos a su madre), las voces feroces de los canallas de siempre, la genuflexión habitual de la mayoría de la prensa, la amnesia colectiva que sufrimos los peruanos, el apoyo de los sectores más conservadores del Perú (incluida la iglesia católica y las fuerzas armadas y policiales) y los grupos de poder económico tan comprometidos con su bolsillo pero tan poco con el desarrollo del país. La lucha por un país mejor no ha culminado, recién empieza y será muy dura de ahora en adelante.

Hoy ha sido un día para la historia, un día para estar orgullosos. Hoy, el sueño que algunos tenemos de un país justo e igualitario parece estar un poco más cercano. Hoy se ha probado que, a pesar de vivir en el país de los tristes imposibles, la justicia se puede y debe imponer. Y donde nadie, absolutamente nadie, debe estar por encima de la ley. Hoy es un día hermoso, es un día de justicia.


Jorge Orlando Ágreda Aliaga

Friday, March 13, 2009

¿Podrán varios poemas salvar la vida entera?


Este blog expresa su tristeza por el fallecimiento de la poeta Blanca Varela (Lima, 1926–2009). Sabíamos que se encontraba delicada de salud, teníamos que entender que era mejor su descanso, pero hoy no ha podido dejar de dolernos su partida y, egoístas, sentirnos huérfanos.

Lima, 12 de marzo de 2009.


Monday, February 23, 2009

They put a smile on my face: Heath Ledger ganó el Oscar

Exactamente a trece meses de su muerte, anoche Heath Ledger ganó merecidamente el Oscar como mejor actor de reparto por su sobresaliente performance como el Joker en "The Dark Knight". Al margen de éste y otra veintena de reconocimientos (también obtuvo el Golden Globe y el BAFTA, nada menos), el malogrado histrión ha entrado en la historia del cine por varios motivos. Es el segundo actor en conseguir un Oscar de manera póstuma (el primero fue su compatriota Peter Finch en 1976), logró que por fin la Academia premiara un rol basado en un personaje de historieta, y (lo más importante) marcó un nuevo hito sobre cómo interpretar a un villano en la gran pantalla. Nada mal para alguien que carecía de formación actoral tradicional.

Recuerdo cuando me enteré que Ledger personificaría al archienemigo de Batman. La idea no me entusiasmó demasiado y pensé que el australiano no iba a dar la talla ante tamaño desafío, sobre todo por el tremendo precedente impuesto por Jack Nicholson en 1989. Luego vino su inesperado deceso y su consiguente sobreexposición mediática, pero también los rumores de que su trabajo era más que brillante, lo cual fue corroborado por sus compañeros de rodaje y los críticos que asistieron a los preestrenos de la cinta. Para cuando su nominación al Oscar estaba cantada, yo ya esperaba ansioso el estreno del film. Al igual que a millones de mortales, la película de Christopher Nolan me pareció extraordinaria y la actuación de Ledger me encandiló. Veamos cómo Heath construyó su inolvidable caracterización, según lo expuso en sus últimas entrevistas.

Advertido por su director de que no se molestara en copiar el trabajo del gran Jack, Ledger se encerró durante un mes en la habitación de un hotel para crear su versión del payaso siniestro. La producción le facilitó "The Killing Joke" para que tuviera un punto de partida y Heath tuvo que leerla, pese a que nunca le gustaron los comics. Citó además a Alex DeLarge y a Sid Vicious como influjos primarios para la construcción del rol. Le obsesionaba crear una voz, una risa y un lenguaje corporal propios e inconfundibles (y vaya que lo logró). Pero la ardua brega de meterse en la piel del personaje le puso mucha presión encima y acentuó sus problemas de stress e insomnio y su dependencia hacia los fármacos, lo que a la larga le causaría la muerte. Resulta paradójico que el papel que lo llevaría a la inmortalidad terminara matándolo.

Pero, como diría Neil Young, it's better to burn out than to fade away. El Joker de Heath Ledger ya se aseguró una plaza en la galería de villanos memorables de la historia del cine, junto a Norman Bates, HAL 9000 y Hannibal Lecter. Tan aterrador como fascinante, y trascendiendo su grotesca y festiva aura original, este bufón demente sólo desea ver arder al mundo (en palabras de Alfred Pennyworth), sin chiste de por medio. Su deformidad, adicción al caos y siniestro afán lúdico no tienen parangón y lo han hecho calar hondo en el imaginario popular. Al permanente citado de sus frases, la ropa conmemorativa y la proliferación de clubes de fans reales y virtuales, se les suma un grupo de Flickr donde los usuarios suben sus fotos con una carta dirigida al artista, un canal de YouTube y hasta "The Ultimate Joker", site australiano donde más de treinta mil firmantes solicitan a la Warner que nadie vuelva a encarnar al Joker en la pantalla grande, ya que parten de la premisa de que nadie lo hará mejor que su coterráneo (y tienen razón).

Es una lástima que "The Dark Knight" no obtuviera más nominaciones (merecía competir en las categorías de mejor película, mejor director y mejor guión adaptado), pero why so serious? Como dijo Kevin Kline en la premiación, Heath Ledger nos ha dejado un legado original y perdurable, pocas veces un Oscar tan mediático fue tan merecido.




Jorge Luis Gutiérrez Torres

Wednesday, October 15, 2008

No pasa nada


Centro Cultural de la PUCP, 2 de octubre de 2008.

A veces el autor quiere engañarnos con sus títulos. Enmascaran cierta vanidad que fuera mejor desechar tras una rápida mirada en el espejo. Aquí no hay poesía o Grandes sobras, para quedarnos en el escenario local, lejos de ofrecer disculpas de antemano por lo que el lector (no) va a encontrar, plantean una cuestión previa. Y es que bueno, uno mira su obra, la ve pequeñita, muy poca cosa, pero decide -como es legítimo- sacarla a la luz. Sabiendo que no es lo mejor que se haya escrito (aunque sea lo mejor que él pueda hacer), decide ponerle semejante rótulo para responder por anticipado. ¿Qué podría decir el crítico que lee una obra titulada Esto es una porquería? Advertido estuvo. Sin embargo, ¿por qué entonces publicarla?, cabría interrogarse.

Otra excusa tonta consiste en pretextar que la obra es personal. Debemos ahorrarnos nuestros calificativos de buena, mala, insufrible o simplona si escuchamos al autor señalar que su más reciente arremetida es intimista. Si solo es entendible por él, ¿por qué comunicarla a un público incapacitado para apreciarla?

Nada justifica publicar algo. Nada tampoco es suficiente para lo contrario.

La obra escrita y dirigida por Jorge Castro es un ejemplo de ambas disculpas. Supuestamente, qué podríamos reclamar allí donde su título ya nos dice que no pasa nada. Qué podríamos gustar de una obra que repite ser personal en todas las estupideces de que está compuesta, y donde el bestia insensible es siempre el espectador.

No niego que esta puesta me impuso un severo cuestionamiento ético. ¿Resulta admisible que el espectador -que luego esboza unas líneas en el blog de un amigo suyo- comente una obra que no haya visto hasta el final? ¿Es válido salirse de una obra porque le resulta de un bostezo insoportable? Estimé que no.

Aplaudí sin entusiasmo y por los actores. ¿Costará el doble representar una obra sosa, o ya es oficio? Me gustaron algunos chistes efectivos en la interpretación siempre sólida y estupenda de Miguel Iza. Manuel Gold me pareció bueno lo poco que salió. Cesar Ritter fue una novedad agradable (sobre todo en su relato final del hundimiento, conmovedor de veras). Lo mejor de la obra fue aquella delgada línea de Anneliese Fiedler donde, como pintó Courbet, todo comienza.


Abraham García Chávarri

Tuesday, September 09, 2008

¡VIVOS!

La música en vivo tiene algo que la hace muy atractiva, tal vez porque muestra la energía del intérprete sin filtros o sin ayudas (aunque la tecnología actual hace milagros) o tal vez sea porque permite la versatilidad o la mutabilidad respecto de las grabaciones de estudio. Sea como sea, tienen algo especial y mágico.

No es que este texto pretenda establecer un ranking, sino únicamente quieren mostrar mis preferencias particulares respecto de aquellas interpretaciones en vivo que me fascinan. Siendo así, a continuación presento (gracias al Youtube) aquellas canciones que me fascinan, con una pequeña presentación en cada caso.

1. The Beatles – “Help!”

La canción es interpretada en el primer megaconcierto de la historia del Rock and Roll, el 15 de agosto de 1965, en el Shea Stadium, ante más de cincuenta mil personas (claro, esa cifra ha sido superada largamente a esta fecha).

Se puede escuchar el estruendo de las quinceañeras atiborradas de hormonas y la magnitud de la llamada “beatlemania”. También sirve para ver que, sin ser el mejor grupo en vivo, los Beatles tenían sin duda la energía suficiente para convertirse luego en el mejor grupo de rock de todos los tiempos.



2. Bob Dylan – “Like a rolling stone”

Sí, es cierto, Dylan tiene una voz horrible, pero es el más grande cantautor de todos los tiempos. Durante 1966 hizo una gira por el Reino Unido, llevando su nuevo sonido, ante la mirada atónita de antiguos admiradores luego convertidos en ácidos (e intolerantes) críticos.

Así, el 17 de mayo de 1966, en el Manchester Free Trade Hall, una de dichas personas, casi al final de concierto le gritó “Judas” (debido a la supuesta traición que había cometido al tocar rock), a lo que Dylan respondió “I don’t believe you. You’re a liar”, y luego dio vuelta a su banda y les dijo “play it fucking loud”. Lo que sucedió después es lo que veremos a continuación. Una interpretación simplemente brillante.



3. The Rolling Stones – “Sympathy for the Devil”

El 11 de diciembre de 1968, un grupo de tipos impresentables, pero geniales musicalmente, se juntó en un proyecto de los Rolling Stones, el llamado “Rock and Roll Circus”.

Dicen que los Stones no quisieron publicar este material porque se vieron opacados por las interpretaciones de “The Who” (otro grupo abusivo), pero basta ver la interpretación que hicieron de “Sympathy for the Devil” para darse cuenta de que ello no es más que una vil mentira. Jagger realmente se luce.



4. Eric Clapton – “Tears in Heaven”

Si la tristeza puede ser cantada, ésta es la mejor muestra de ello. El 16 de junio de 1992, Clapton tocó en la serie de conciertos acústicos “Unplugged” la versión de “Tears in Heaven”. Dicha canción está dedicada a la memoria de su pequeño hijo fallecido en un trágico accidente.

La interpretación es triste y dulce, la letra, sencillamente perfecta: “Would you know my name/ If I saw you in heaven?/ Would it be the same/ If I saw you in heaven?/ I must be strong/ And carry on/ 'Cause I know I don't belong/ Here in heaven”.



5. José José – “El triste”

Es el mejor cantante, nadie cantará como lo hizo (ni siquiera él mismo) y merece largamente el título de “Príncipe de la Canción”.

La interpretación corresponde al año 1970, en el Festival de la Canción Latina (que luego cambiaría su nombre a “Festival OTI de la Canción”).

No hay mayores comentarios al respecto, ver la presentación nos muestra que ésta fue apoteósica, brillante y emocionante.




Jorge Orlando Ágreda Aliaga
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