Friday, June 23, 2006

Este texto fue escrito hace aproximadamente un año; por lo tanto, está completamente desactualizado

Advertencia
Las opiniones vertidas en este texto no buscan enarbolar la verdad, sino la apreciación, parcial y subjetiva, de su despistado autor.


Teatro Británico, 25 de junio de 2005.

Azul resplandor, Eduardo Adrianzen, Carlos Tolentino

Los gustos configuran sus detalles con el tiempo. El apreciar la actuación de un actor viejo, con muchos años encima, es uno de ellos. Rara vez he disfrutado por completo, con la respiración contenida, el desempeño de un actor joven. Creo que la madurez cronológica obra maravillas en la actuación. No digo que no crea en la existencia de actores jóvenes buenos, pero sí en su escasez casi absoluta. No hay mayor disfrute estético que ver y sentir a unos metros de distancia a un actor viejo de teatro. Uno está en la gloria.

Éste fue el motivo por el que decidí ir a ver Azul resplandor. Saber que actuaba Ricardo Fernández era más que suficiente (lo recordaba en La gaviota y, sobre todo con una magistral naturalidad, en Esperando a Picasso). Y también estaba Attilia Boschetti, cuya interpretación en Nosotras que nos queremos tanto fue magnífica.

La actuación de Ricardo Fernández me ha parecido buena, y a ratos muy buena. Es un brillante actor, qué duda cabe. El problema fue el personaje. Tito Tapia –hasta el nombre es simplón- es una figura increíble (en el sentido de José Enrique Mavila en Un director), sosa, insípida, hueca, de cartón piedra. Este personaje carece de verosimilitud; reclama a gritos, y sin éxito, un soplo de vida.

Boschetti está muy bien, y ha tenido la suerte de tener un personaje más interesante. La actuación de Sofía Rocha, como siempre, es de lo mejor; además su voz grave tiene la virtud de convencernos. Alejandro Escudero interpreta a una caricatura de director teatral y, en ese sentido, su desempeño es correcto. La actuación de Oscar López (siempre) es mala –su voz me pareció en algún momento copia de la que a veces usa el gran Miguel Iza- y la de Claudia Mori es peor (presumo que se corregirá con el tiempo, como sin duda mejoró la de Denise Arregui, que pasó de pésima en Nosotras que nos queremos tanto a aceptable en Volar).

El texto de Adrianzen no es nada trascendental (en la segunda acepción de la Real Academia) sin ser del todo malo. Creo, eso sí, que la obra debió tener un solo acto, ya que la segunda parte es desastrosa, aburridísima y sin ninguna necesidad e importancia para el conjunto de la obra. Nunca he deseado más que acabe una puesta en escena como ahora, pues todo lo ganado al comienzo termina por deslucirse en la secuencia, larga y pesada, que continúa tras el intermedio. Lo malo, si breve, no tan malo.

Creo que están de moda el metateatro y la metaliteratura, o así me lo figuro según el azar de mis visitas y lecturas. Azul resplandor es una obra que, entre otras cosas, habla del mundo de las tablas. Busca el desencanto, el descorrer el velo y descubrir las relaciones de poder, los intereses económicos y los afanes personales que presupuestamente no se muestran al público en una puesta en escena. Y la misma motivación parecen tener Leonardo Aguirre en su Manual para cazar plumíferos (libro de cuentos que me prestó mi amigo Oscar Aybar y le devolví sin terminarlo de leer, sin ninguna culpa) o, a diferente propósito, Luis Hernán Castañeda en Casa de Islandia.

Creo que me faltó señalar mi apreciación general de la obra, pero estoy seguro de que se puede inducir de todo lo anterior.

Abraham García Chávarri

1 comment:

Oscar Aybar said...

Ricardito, se supone q este comentario es para mi texto... tons xq comentas en el texto d Abraham? No seas tan despistado pes... y no t preocupes: ya comentaré algo sobre pornografía

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