Thursday, May 29, 2008

Guau, guau


Ésta ha sido, sin duda alguna, una semana canina, tanto desde el punto de vista público como desde mi punto de vista personal.

He decidido comprarme un perro. Será un ovejero inglés, y llevará como nombre Ralph (me gusta el nombre). Ya está separado y lo recogeré el día domingo. Felizmente, no es muy caro (es bastante barato, inclusive), y estoy contento, porque desde hace mucho tiempo deseo tener un perro, y mis sobrinos también lo esperan ansiosamente.

Me encantan los perros, siempre los he considerado animales preciosos y una excelente compañía. Por ello, fue chocante escuchar la noticia del canicidio perpetrado por el Congresista Miró Ruíz contra un bello schnauzer de nombre “Matías”. Y, sin embargo, a pesar de mi cariño por estos animales, consideraba que éste no era más que un tema anecdótico, propio de nuestro folklore, y que debería quedar en las páginas interiores de los diarios. Me equivoqué.

Durante los días siguientes, la cara de un schnauzer o la cara de Miro Ruíz aparecían en las portadas de los diarios de mayor circulación de nuestro país, relatando los nuevos hechos descubiertos sobre la tragedia del pobre can, los balazos recibidos y las excusas del legislador (fue en venganza por la muerte de un pato, dijo).

Sorprendía además que la referida noticia se diera y se discutiera en circunstancias en las cuales nuestro ministro favorito, Luis Alva Castro, volvía a mentir en el Congreso, o cuando se encontraban fosas comunes con cuerpos de niños y mujeres en Putis.

¿Por qué la noticia de la muerte de un animal es el tema de la semana? ¿Por qué la gente hace protestas por la muerte del buen Matías? ¿Por qué en el congreso se forman comisiones investigadoras? ¿Por qué no se censura a Alva Castro? ¿Por qué no se protesta por los muertos de Putis? ¿Por qué los periodistas son tan incapaces?

No me queda duda, Miró Ruíz es un pobre idiota, y, aunque no se puede culpar al burro por tener el cuello largo y la inteligencia corta, habrá que sancionarlo, aunque lamentablemente su estupidez haya servido para aquellos interesados que prefieren el silencio respecto de los temas realmente importantes.

Ciertamente, todo este circo llama a la suspicacia, y si a esto le sumamos el disparate de que se organice las Olimpiadas en una de nuestras ciudades en el 2020, las sospechas cobran cada vez más fuerza.

Pobre Matías. Pobre Miró. Pobre Perú.


Jorge Ágreda Aliaga

Wednesday, May 28, 2008

I me mine…


Afortunadamente -o por desgracia- siempre he sido lento para entender, siempre me he tomado todo el tiempo del mundo (como si lo tuviese) para pensar las cosas que pasan y aprender de cada una de ellas. Probablemente, en mi ignorancia sea un budista insipiente o sencillamente me guste vivir a modo pausado. Hasta donde recuerdo, todo el tiempo he disfrutado cada paso, color, sabor, sensación e incluso aroma y temperatura que he podido alcanzar con mis sentidos. Puede que por eso mi aprendizaje y memoria sean lentos, porque tiendo a acumular la mayor cantidad de información posible de un instante o momento, como si fuera una especie de satélite que recoge los datos de cada sistema por el que navega en el espacio.

Lo anterior no es más que una descripción de mi sentido de la vida, puede que no sea maduro, puede que no sea pulcro o culto en su contenido –según los estándares de calidad comúnmente aceptados-, sin embargo, me enorgullezco de su sencillez por una sola razón: Siempre he podido aceptar las cosas, los hechos y a las personas tal cual son en su plena forma de existencia, sin la necesidad de esperar algo definido de ellos o por tener algún interés especial. Simplemente quiero porque quiero.

Esto, aplicado a las relaciones humanas, creo que me ha permitido aceptar a mis amigos, familia e incluso “enemigos” en su verdadera dimensión, tal cual son, apreciándoles y sobre todo respetándoles por lo que fueron, por lo que son o por lo que quieren ser. De eso se trata todo en la vida, de un interminable cruce y entrecruce, cada cual con su propio conductor y sobre todo cronista, que percibe los hechos e información que acontecen en su vida de manera única y distinta, pero que tiende a contarlas a su modo y beneficio, recordando u omitiendo lo exacto que se ajuste al interés personal.

Si pudiera definirme con una sola palabra, esta sería: observador. Pues eso hago y he hecho siempre, añadido a eso. También, como humano que soy, estoy expuesto a mi necesidad de comunicación, de expresión; cada vez o cada cuanto que lo hago puedo sostener lo dicho ante quien lo dije e incluso ante quien no estuvo cuando lo dije, más aun si se trata de esa persona, así mismo aceptar que me equivoco y aprender algo nuevo de quien me pueda enseñar. Reconozco ser, dentro de mis expectativas, muy imperfecto aún y estar muy lejos de lo que realmente aspiro a llegar a ser como ser humano, pero me alegra mucho no haberme desconectado de mí mismo, seguir adelante sin envidias o rencores, sin olvidar a quienes me tendieron la mano y sobre todo recogiendo experiencias.

No somos nada más que seres en un constante devenir sin control real de la propia vida. Manejamos solo algunas situaciones de nuestra existencia, pero consideramos ello como el éxito en sí mismo y como prueba de la realización personal. No obstante, en realidad, no dejamos de ser algo ínfimo ante lo inconmensurable del universo, frente a lo cual lo único valioso que tenemos son nuestros recuerdos, nuestras sensaciones y sobre todo nuestros afectos. Como dijo mi abuela antes de morir: “Hijos, de nada les va a servir acumular el dinero, conocer gente famosa que cuando sean viejos nadie sabrá quienes son, ni buscar la fama o aparecer en libros y periódicos que nadie leerá o que con el tiempo serán reemplazados por otros. Cuando estén por morir, como yo, se darán cuenta de que nada de eso se van a llevar y lo único que tendrán en su lecho con ustedes serán sus recuerdos, recuerdos de las comidas que probaron, los lugares que vieron, las cosas que sintieron, los afectos que recibieron, pero, sobre todo y más importante, el cariño y respeto que dieron a los demás”.

Probablemente nadie encuentre sentido a lo que escribo hoy, incluso uno que otro por ahí encontrará más de una forma de obtener risas con ello. Sin embargo, solo trato de acusar el hecho de que muchas veces encubrimos una inmensa soberbia dentro de una falsa modestia. ¿Señores, qué se le hace? No se puede culpar al cerdo por tener el cuello corto, solo apreciarlo porque, al menos, servirá para hacer chicharrón (algo bueno siempre se aprende y se saca de todo… quizá hasta de este texto también).


Ricardo Castellanos Habich

Saturday, May 24, 2008

Cambios


El tiempo transcurre y nos hace sus víctimas, no hay escape posible, y ello se manifiesta en lo que fuimos, en lo que somos y en lo que nos convertiremos, a veces para bien, a veces para mal. “¡Has cambiado!” me dicen algunos, y sí, es cierto, felizmente lo he hecho. No puedo pretender seguir siendo aquel jovencito de diecisiete años que creía saberlo todo, cuando han pasado diez años y me he ha dado cuenta de que en realidad sé muy poco.

No puedo seguir viviendo esperando ansiosamente la noche (cualquier noche) o el fin de semana para ir a buscar a cualquiera que esté disponible para alcoholizarse y hablar de las mismas tonterías de siempre, tener como único motivo de orgullo la cantidad de cervezas que la cabeza pueda aguantar y hacer que eso sea el motivo de la existencia. Ahora, salgo de la oficina, cansado, preocupado en cómo pagar las cuentas, en cómo poder mejorar mi nivel de vida, en cómo ser un mejor profesional, pensando la manera de afrontar el día siguiente de trabajo, pero al mismo tiempo con ganas de ver a mis seres queridos y dedicarles un poco de tiempo. ¿Cómo puedo seguir siendo el mismo si mis motivos, mi vida y mis intereses han cambiado?

El tiempo pasa y las amistades, como todo en la vida, nacen y mueren. En los últimos tiempos he perdido “amigos”, porque simplemente nuestros intereses divergieron, porque simple y llanamente nuestros mundos dejaron de ser compatibles y porque hay circunstancias adicionales que así lo han determinado, como la pérdida del respeto. Lamentablemente, los escenarios no fueron los más amables, tal vez por mi culpa, lo reconozco, pero no sólo por ella. Ciertamente, a veces suelo ser una persona agresiva y que en las discusiones no sólo trato de destruir los argumentos del adversario, sino también al adversario mismo. Es una falla de mi carácter, que espero algún día poder solucionar.

Pero no hay mentira al decir que los errores también han venido de la otra parte, por debilidades, mezquindades, pérdida de contacto con la realidad, comentarios malintencionados a mis espaldas, entre otros. Claro, sorprende que las personas más hipócritas sean tan cínicas de hablar de hipocresías, que el victimario se ponga en plan de víctima, pero ya nada sorprende dadas las circunstancias actuales.

Y, sin embargo, a pesar de las amistades que mueren, también hay de las que nacen y otras que permanecen incólumes a pesar del tiempo. Amistad como la que tengo con Abraham, el mejor de mis amigos, aquel cómplice en aventuras desde hace diez años, y que sin duda es la persona de mi generación a la que más respeto y admiro. Pero además puedo hablar de aquellas que nacen poco a poco y se hacen entrañables, como las que ahora guardo con Marco, con Eric, con Hugo, con Óscar y con Aníbal, o aquellas que se renuevan a pesar de las dificultades, como la que mantengo con Jorge Luis o como la que espero renovar en algún momento con Hernán. Y ello sin contar de las amistades que mantengo con otras grandes personas, mayores que yo, maestros míos, y que han hecho tanto por mí.

Ahora, no creo que los diez años de amistad supongan una fecha de caducidad, creo más bien que este lapso (tal vez demasiado largo) ha permitido conocernos mejor, mostrar nuestras verdaderas caras (aunque algunos tengan más de una), nos ha mostrado quiénes somos realmente, saber lo que queremos y hacia dónde vamos. Y, después de eso, ahora ya podemos estar seguros de que han sobrevivido sólo las amistades verdaderamente forjadas, sin envidias, sin rencores. No se trata pues de mantener una amistad por lo mucho que haya durado ésta, por lástima o por temor de hacerle daño a alguien, se trata simplemente de tener al lado a personas en las que uno pueda confiar y que a su vez puedan contar con uno, porque todo es parte de nuestro cambio constante, de nuestro crecimiento.

Y para terminar, a las amistades muertas: Que descansen en paz, tal vez este texto sirva como un buen epitafio. A las amistades de siempre y a las recientes: Simplemente, un abrazo.


Jorge Ágreda Aliaga

Friday, May 23, 2008

No quiero quemarme

No puedo creer, doctor, que se quede dormido en las audiencias. ¿Me estás hablando en serio? Te lo juro, mi hermano. Incluso a veces se recuesta con el gordo, y los dos roncan. Imagínate, profesor universitario y todo. Bueno, doctor, esto último hoy en día tampoco es garantía. Basta una pequeña ayudita y cualquiera dicta un curso hasta en las más prestigiosas y renombradas universidades de Lima. En mis tiempos no era así. Las canas son importantes, como las que usted y yo nos manejamos.

Es increíble. No cabe duda que el arbitraje se ha desprestigiado mucho. Es como todo en la vida, hay árbitros, y HAY ÁRBITROS. Hoy casi todo es influencia y otras cosas. Parece que lo importante es cobrar los honorarios, y luego no trabajan, no revisan lo que firman, no están incluso preparados en las audiencias, recién revisan el expediente con detenimiento antes de laudar. Ah, y lo peor de todo, es que se dilatan los procesos como si uno estuviera ante el Poder Judicial. Es que los honorarios de los árbitros responden a un interés superior. Usted debe entender eso, señor. Por eso, si no se paga, el arbitraje no avanza. Así tiene que ser. Me parece una buena regla. No hay derecho, caracho, que se trabaje sin cobrar. Luego nos cae la OIT.

Al menos hay nivel en los árbitros, mi hermano. También discutible, doctor. A veces uno recibe decisiones que nos hacen reflexionar si no son –quizás- necesarias unas cortas pero intensivas clases de algún curso determinado.

Oye, mi estimado, y qué respuesta te da cuando lo llamas y le preguntas por el error que se ha cometido, o la arbitraria decisión que se ha tomado; al fin y al cabo, más allá de la sabrosa imparcialidad, ¿es árbitro de parte no? “No quiero quemarme”. Ay, viejo, los honorarios no se negocian, se toman o se dejan.


Hernán Jordán

Contraindicaciones


El querido Octavio Paz dice, en La llama doble, que el amor cuestiona y suspende el tiempo; lo contrasta con su propia fugacidad. Pero el amor, hecho de tiempo al fin, no escapa del fracaso ni del deterioro, sino que muere o bien se transforma en algún otro sentimiento (menos fuerte, mas no por eso menos duradero). El tiempo lo destruye todo. Aplicada al amor, no es menos cierta la última frase que se lee en la película Irreversible.

La amistad no tiene esas dificultades. Es como la viejecita del ejemplo de Habermas para la tradición: cuanto más encorvada esté, tanto más fuerte. El tiempo no lesiona la amistad, y nosotros, los Evaídos, queríamos cobrar esa victoria.

En marzo de este año se cumplieron diez años de haber ingresado a la Universidad Católica, y diez años también, lo creíamos, de saludable y fuerte amistad. Por eso algunos estábamos entusiasmados con la idea de celebrar la fecha. Reunidos en mi casa, recordaríamos los inicios, las primeras bromas, los proyectos estancados o por retomar. Lamentablemente me enfermé por aquella época y tuve que postergar el día. Luego llegó abril, no mis ganas.

Si bien con altibajos, cuánto daño le hizo después esto de festejarla. A partir de allí he visto con tristeza como ha surgido entre algunos de mis amigos un conjunto de conflictos que, para ellos, la han desmoronado aparatosamente. Ahora pienso que tal vez no era un aniversario, sino una fecha de caducidad que, con ingenuidad, activamos. ¿Podrán recomponerse los afectos? Desearía decir que sí, si no conociera a mis amigos.

La amistad se impone al tiempo, pero nada la malogra más que el inocente deseo de detenerse en su aniversario. Pase, usted, mejor de largo.


Abraham García Chávarri

Thursday, May 15, 2008

K, la familia y los 4 fantásticos


¿De qué vale la pena escribir en esta primera ocasión que me animo a hacerlo?

Definitivamente, no pretendo escribir sobre algún tema rebuscado o que pueda cambiar la percepción de la gente hacia uno, como es evidentemente el objetivo empecinado de algunas personas, que apreciamos lo intentan -una y otra vez- en las columnas que encontramos en los periódicos, o en los mismos textos que se cuelgan en los innumerables blogs que existen. El afán de sentirse culto.

Me imagino a alguno por allí, sentándose a escribir frente a su monitor, y diciéndose a sí mismo que lo que va a iniciar a escribir debe de ser el texto que lo identifique en adelante. La palabra exacta en la ubicación precisa, con el significado confuso que obligue al lector a acudir al diccionario. No sé si yo podría hacer eso. Primero, no puedo (no he leído tanto), y, segundo, no me provoca.

Sin tanto tiempo por el trabajo, se me ocurrió tan sólo escribir en breves minutos lo que siento o pienso sobre algún tema en particular, en palabras sencillas y directas. ¿Escribo sobre política? ¿Escribo sobre fútbol? ¿Escribo sobre cine? ¿Escribo sobre Derecho? Estas son finalmente las pasiones que comparto con muchos de mis amigos más cercanos, y que leen y dan sus opiniones en este blog. Confieso que no sé de qué diablos escribir. Leí hace poco un buen artículo de un amigo sobre una reciente película que todavía está en la cartelera limeña, Ironman. Dicho texto no solo me gustó, sino que me ha animando a escribir estas líneas.

Ya lo sé. Quiero compartir tan sólo tres cosas con quienes lean lo que tengo que decir. Las tres cosas más importantes para mí.

En primer lugar, mi esposa K, a quien amo con toda mi alma. Es muy difícil encontrar a la persona con la cual uno pueda decidir compartir toda una vida. A mí me tocó. Yo al menos creo en el matrimonio, y estoy convencido que una clara muestra de ese pleno compartir es unirse legalmente a alguien. Por eso K me hace darme cuenta que sí es posible enamorarse para siempre. Despertar cada día a su lado me llena de felicidad y es lo que me da las fuerzas para seguir adelante. Comparto que teníamos un sinnúmero de proyectos al momento de casarnos, los cuales no hemos dejado de lado, pero hoy hemos tenido que posponer muchos de ellos por diversas circunstancias. A veces uno piensa que las cosas saldrán de tal manera, y termina estrellándose con la cruda realidad. Igual uno se levanta, y qué mejor si uno tiene a esa compañera al costado, en la cual uno se apoya y siente a su vez su amor incondicional. Cómo no creer en el amor, cuando uno realmente lo encuentra en la vida. Si puedo definir a K, sería eso, completo amor; y lo más fantástico que me ha pasado, conocerla y unirme a ella.

Por otro lado, quiero referirme, en segundo lugar, al amor que tengo por mi familia. Mis papás y mi hermana. Hoy lamentablemente los veo poco, o mejor dicho, no con la frecuencia que me gustaría. A veces un día durante la semana puedo escaparme para almorzar, o paso un sábado o un domingo con ellos. Hasta hace poco más de un año los veía todos los días. El matrimonio y el trabajo cada día más intenso que tengo -y también por dejadez mía, lo acepto-, me han alejado en cierta medida. Los extraño. No sólo sus consejos y cariño, por supuesto; sino también, hasta cierto punto, cosas que pueden parecer triviales. Extraño a mi mamá sentándose conmigo a conversar mientras me servía mi comida, el clásico bistec con papás fritas y arroz. Extraño “agarrar” El Padrino con mi papá en la tele y verla enterita sin importar la hora en que termine. Extraño las locuras de mi hermana. El estar lejos de ellos me ha hecho ver, aún más, lo importante que son en mi vida y cuanto los quiero.

Finalmente, no puedo dejar pasar la oportunidad para referirme a tres maravillosos amigos muy especiales para mí. E, M y G. Conmigo, los cuatro fantásticos; aunque es probable que dentro de unos meses uno de ellos nos deje por un tiempo, y pasemos a ser quizás momentáneamente los tres mosqueteros. No nos vemos con la misma frecuencia de antes, pero las vivencias que hemos tenido y el real cariño que sentimos entre nosotros, hace que esté seguro que seremos mejores amigos para siempre. La verdadera amistad es tan difícil de encontrar. A veces no hay nada más importante que una verdadera amistad. No quiero pecar de exagerado, pero es el caso que un amigo puede ser tan necesario como un padre, una madre o una hermana. Eso se siente y se da. Comparto un ejemplo. Hace poco cumplí un año de casado, y no sólo estuvieron en la cena mis padres, suegros y cuñados, sino también estuvo mi mejor amigo en la modesta celebración. Alucinante. Eso es bacán. Me gustó. Me encanta tener tres amigos en los que uno puede confiar, sabiendo que siempre estarán para ayudarte y aconsejarte con sinceridad; dar y recibir cariño desinteresado.

Al final me doy cuenta que quería esto: escribir sobre las tres cosas más importantes para mí. A algunos les parecerá extraño leer estas palabras viniendo de quien escribe, pero, en fin, a veces la vida nos da sorpresas, sin necesidad de palabras rebuscadas o de difícil comprensión para muchos. Tan solo escribir lo que uno siente.


Hernán Jordán

Friday, May 09, 2008

Yo también quiero ser Tony Stark

No suelo ir al cine a ver adaptaciones de comics porque generalmente salgo muy desilusionado (aunque luego dejo que la piratería me permita rajar con propiedad). Mis amigos han padecido más de una vez mis diatribas que, como fan, lanzo hacia los realizadores y las majors cuando los resultados no se condicen con la leyenda de mis obras favoritas. Por ello, nada hacía predecir que me vería haciendo cola para la función de estreno de "Iron Man" en el Cine Planet de Plaza San Miguel.

Dos motivos me animaron finalmente a hacerlo. El primero fue Robert Downey Jr., uno de los intérpretes más sobresalientes de su generación, quien parecía haber nacido para encarnar a Tony Stark (con quien comparte más de un paralelismo). El segundo motivo, no menos importante, era mi esperanza que la cinta, al ser producida por la propia Marvel, sería lo más fideligna posible al original de lápiz y tinta. Y no me equivoqué.

"Iron Man" es, hasta la fecha, la película basada en un comic que mejor ha sabido aprehender la esencia de su protagonista. El film es muy respetuoso de sus fuentes, con alteraciones menores (pero necesarias para ubicar al héroe en nuestro tiempo) que no maculan la génesis del personaje. Esta alta fidelidad favorece al argumento, prácticamente sin fisuras, lo cual, complementado con un guión ágil y ameno (el reparto colaboró activamente en su redacción), basta para desterrar cualquier atisbo de bostezo de las salas de proyección. Hay que resaltar también el correcto uso de los efectos especiales, siempre al servicio de la trama y no mera pirotecnia audiovisual como en otras producciones del género. Además, para regocijo de nosotros los fanáticos, la cinta es pletórica de referencias al universo Marvel, anticipando la mayoría de veces acontecimientos futuros. Y no nos olvidemos del habitual cameo de Stan Lee, cuyas apariciones son cada vez mejor logradas.

El apartado sonoro, a cargo de Ramin Djawadi, sin ser extraordinario, emociona a ratos. Las que sí se llevan las palmas son las cañeras "Back in Black" de AC/DC y la infaltable "Iron Man" de Black Sabbath, esta última acompañando a los créditos de cierre (es una lástima que no fueran incluidas en el OST). A Tony Stark le gusta el rock, como no podía ser de otra manera, y no puede trabajar sin un equipo de sonido cerca reproduciendo sus canciones favoritas a todo volumen.

Pasando al rubro de las actuaciones, desde el gran Jack Nicholson y su inconmensurable Joker no veía a alguien que se compenetrara tanto con un personaje de historieta. Robert Downey Jr. ES Tony Stark. Un adorable canalla que destila cinismo y despreocupación a raudales y cuya afición por las mujeres y demás placeres sólo tiene parangón con su genio. Su vera efigie, pero sin drogas ni prisión de por medio. Ningún otro hubiera podido interpretarlo.

El resto del casting no desentona en absoluto, a pesar de lo reducido de sus roles. Un irreconocible Jeff Bridges luce brillante como el maquiavélico Obadiah Stane. A Gwyneth Paltrow le cae a pelo el papel de la diligente Pepper Potts. Hasta el director, Jon Favreau, se da maña de aparecer como el chofer y asistente personal del buen Tony, Harold "Happy" Hogan (si se sigue respetando la trama original, él tendrá una relación con Pepper Potts en las secuelas). Solamente no me satisfizo la caracterización de James Rhodes, no tanto por el trabajo de Terrence Howard, sino porque "Rhodey" (War Machine en ciernes) tiene un temperamento más serio y confrontacional en el comic, mientras que en la película luce como una suerte de hermano menor del protagonista.

Ojalá que en los siguientes capítulos se aborde el alcoholismo y demás demonios de Tony Stark, temas escabrosos suprimidos en esta primera entrega, a mi entender, para potenciar el lado encantador del personaje y conectarlo rápidamente con la audiencia. Ahora, a esperar por los demás productos de la factoría Marvel (aparentemente relacionados en su totalidad) pues, si se sigue por la senda de la fidelidad argumental, prometen ser verdaderos bombazos, como la cinta que acabo de comentar.


Jorge Luis Gutiérrez Torres
BlogsPeru.com