Friday, June 27, 2008

Nada es más fuerte que Hulk

Hace poco más de un mes, mientras aguardaba que "Iron Man" diera inicio, el trailer de "The Incredible Hulk" llamó mi atención por sobre tantos otros aburridos avances. Entonces me pareció una innecesaria reedición de la historia del hombre increíble y tuve mis serias dudas de que el producto pudiera acercarse siquiera a la versión de 2003. Ahora, tras haber visto el nuevo film, puedo afirmar que fue una decisión más que acertada por parte de Marvel.

"Hulk" de Ang Lee fue un arriesgado ejercicio cinematográfico, lleno de interesantes recursos estilísticos, pero relegó a un segundo plano lo lúdico y se alejó sobremanera de la trama original en función de desarrollar los personajes y sus motivaciones (algo típico en el realizador taiwanés), en detrimento de la fluidez de la narración. Pese a sus muchas virtudes, la cinta fue destrozada por gran parte de la crítica y aburrió a morir a la mayoría de los fanáticos, quienes reclamaron a viva voz una nueva adaptación. Sus plegarias demorarían cinco años en ser escuchadas.

Dirigida por Louis Leterrier (habitual socio de Luc Besson), "The Incredible Hulk" es la película que todo incondicional quería ver. A diferencia de su predecesor, el francés renuncia a reinventar la leyenda del gigante verde y, lúcido, prioriza el ritmo y la espectacularidad por sobre la densidad. Apoyado en el eficaz guión de Zak Penn y Edward Norton (no acreditado), el director propone un relato ágil, frenético cuando tiene que serlo, que no decae nunca. Además, aprovecha de forma sensata los magníficos efectos especiales y ofrece unas secuencias de acción muy bien logradas, manteniendo expectante (y muy entretenido) al espectador durante todo el metraje. Buena labor del también autor de "The Transporter".

El reparto, en general, es de lujo. El talentoso Edward Norton resulta muy convincente en el rol del atormentado Bruce Banner, sobre todo en su esmero por no perder el control mientras es víctima de persecuciones sin intermisión. Tim Roth luce soberbio (como siempre) interpretando al engreído e irascible Emil Blonsky en su tránsito hacia la maldad pura, The Abomination. A William Hurt le queda bien el papel del obsesivo Thaddeus "Thunderbolt" Ross y explota una faceta nada habitual del personaje en la escena final. Sólo Liv Tyler decepciona al no poder replicar el fuerte carácter e inteligencia de la Elizabeth Ross original (como sí lo supo hacer Jennifer Connelly en la versión de Ang Lee) y sus insoportables lloriqueos son el punto más bajo del film.

"The Incredible Hulk" tiene más guiños a la fanaticada comiquera que cualquier otra cinta de superhéroes, al extremo que hay que verla más de una vez para pescar todos los detalles. Aparecen Bill Bixby y Lou Ferrigno (quien ahora cede su voz a la criatura) y se deja escuchar una reactualización de The Lonely Man, todo a manera de homenaje a la popular serie televisiva de los setenta. El acostumbrado cameo de Stan "The Man" Lee es el más gracioso hasta la fecha y forma parte esencial de la trama. También salen (pensando en las secuelas) el carismático Tony Stark y los doctores Samuel Sterns y Leonard Samson, quienes se convertirán en The Leader y Doc Samson, respectivamente.

Esta película (junto con "Iron Man") es la prueba que Marvel va bien encaminada a redimirse de sus pasados errores. La compañía está repitiendo en el celuloide el éxito artístico y comercial que ya tiene ganado en el rubro de las historietas, a la par que va construyendo un universo cinematográfico de auspiciosas proporciones. Es de esperarse que las entregas por venir sigan la misma senda, para alegría de fanáticos y de quienes sólo buscan entretenimiento inteligente.


Jorge Luis Gutiérrez Torres

Monday, June 23, 2008

We are the champions… no time for losers


He descubierto las verdades, las he visto por TV… Y todo se debe a mi lindo Perú, donde ya sé lo que es ser campeón, pero no sé lo que es perder, porque la culpa siempre la tiene el otro.

Y vayamos por partes:

1. Yo le di alegría a veintiocho millones de peruanos… pero no juego los partidos

Como que no es necesario hablar de los seis balones que introdujo Uruguay en el arco peruano. Como que sobran palabras respecto de la mejor generación de futbolistas peruanos de los últimos cincuenta años o de su técnico ganador. Después de todo, la historia ya tiene reservadas páginas doradas para los saltos y despejes de Alberto Rodríguez, para la hombría de Neyra, para la constancia de Cevasco, para la genialidad táctica de Del Solar. Es ocioso hablar de algo tan bello, donde sobran palabras.

Sin embargo, creo que es necesario hablar de nuestros geniales y desinteresados dirigentes. Ellos, comandantes de los éxitos (cada vez mayores) que nos han rodeado últimamente, y delegantes (porque así lo exigen los tiempos corrientes) de las grandes responsabilidades en intrascendentes goleaditas de media docena.

Por ejemplo, basta recordar cuando los llamados “jotitas” clasificaron al Mundial de la categoría e hicieron una campaña decorosa. Todos fuimos testigos como el Presidente de nuestra gloriosa Federación Peruana de Fútbol asumió el éxito como propio, y bueno, tuvimos que agradecerle tal gestión. Claro, no podemos exigirle ahora que salga de la comodidad que le otorgan las sombras de los bajos de su cama para que venga a hablar de una tontería tal como un simple partido perdido, cuando además matemáticamente podemos clasificar. Exigirle su presencia es de derrotistas y poco hombres.

Mención aparte merece el señor de señores, aquel que, a pesar de sus ojitos sabios y frente amplia, responde al nombre de Juvenal. Es cierto, él fue el del éxito de Cienciano hace algunos años. ¿Qué? Se equivocan, no fue el gol de Lugo quien hizo gritar de alegría al Perú, sino que fue Juvenal quien le dio la alegría a veintiocho millones de personas. Y ya pues, Juvenal no jugó en el Centenario, no pudo ser él quien le causara tal vergüenza a esos mismos veintiocho millones de peruanos, todo fue culpa de los once de la franja (que ya parece el fabuloso Muni).

Por favor, hay que agradecerle a Mañuquito y a Juvenal los éxitos. No seamos tan miserables.

2. Capturé a los malditos… pero nunca pediré disculpas a esos indios

Cuando un cholo maneja bicicleta, tiene un mp4 y un celular con cámara, obviamente es un criminal peligroso. Lo sabemos todos y nadie tiene razones para quejarse, salvo los cholos, claro está. Y esa verdad casi absoluta la sabía el cada vez más respetable alcalde de Miraflores, Manuel Masías (¿alguien sabe cómo quedó el asunto de los albañiles mártires que fallecieron en aras del progreso?), quien evidentemente participó en la captura de tales avezados delincuentes.

Claro, luego se demostró que toda verdad es relativa y que estos cholos en realidad no eran delincuentes sino que eran deportistas. Bueno, cualquiera se equivoca, pero que no vengan con vainas, pues. No exageren, no es para tanto.

Y, aunque Míster Masías apareció echándose flores por la captura de estos aparentes avezados delincuentes que no lo eran, nadie puede exigirle a sus ojitos claros y a su sonrisa de marfil que pidan disculpas a cholos tan feos, ¿no? Después de todo, las investigaciones no han terminado, y quién sabe, tal vez resulte que estos chacchen coca, y un limeño de pura cepa no le puede pedir disculpas a cholos de dientes verdes y que malean la vista de Larcomar, ¿verdad? Además, los capturó la policía, que ellos pidan las disculpas… ¡No jodan!

3. En Santa Anita yo fui el héroe… en Moquegua la cagó Jordán

Impecable, Santa Anita. Todos somos héroes, todos felices, todos contentos. El Ministro del Interior (“LAC” para los amigos, “LAC… agaste”, para los demás) fue el cerebro de la operación, el Aníbal de Ate, el Julio César en las Galias mercaderiles, el ya no ya, el non plus ultra, el rico del barrio, el gordito simpaticón. Todos lo aplaudimos, todos nos alucinamos por tal muestra de eficiencia policial y dijimos “¡carajo!”.

Y bueno, lo de Moquegua es una anécdota. LAC no tuvo nada que ver, él es sólo el mando político, no tiene ninguna injerencia en las operaciones. Seamos honestos, el general Jordán fue el incompetente. ¿Cómo se le ocurre pedir perdón a varios miles de manifestantes que lo amenazaron con matarlo? Eso es de cobardes. ¿Acaso LAC le ha pedido perdón al Perú por mentir en el Congreso y por aferrarse al cargo de una manera tan vigorosa? ¡No, general! ¡Usted debió mirar desafiante a la turba y escupirle al rostro! Si lo mataban, usted habría sido héroe nacional junto con sus hombres, y los huérfanos y viudas de sus pobres policías se habrían muerto de hambre, sí. Pero orgullosos sí que iban a estar. ¡Cobarde, mil veces cobarde!

Ahora, el jefe Gorgory y LAC han mostrado sus razones por las cuales Jordán debe ser separado del cargo. Debería ser degradado y sus galones triturados, porque no es posible que un general (que es tan tonto de atreverse en el campo de batalla, donde las papas queman) se preocupe de la vida propia y de sus inermes subordinados.

Y, ¿LAC? Bueno, dicen que cuando deje de temblar y chuparse el dedo pulgar será condecorado por el Congreso y por el Presidente con la Orden de la Gran Constitución de 1993. Bien merecido.

4. Yo derroté al terrorismo y sabía todo lo que sucedía en el país... ¿Colina?, ¿qué es eso?

Y, por último, el gran líder, el chinito más lindo, aquel de la lengua traviesa, el que tiene por mascota un fétido mapache y una par de viejas cotorras, el suegro del perro Puñete, el gran héroe del Cenepa, pero sobre todo el héroe que derrotó al terrorismo y a la hiperinflación.

Y sí, Kenya es un genio, lo sabía todo, todo estaba fríamente calculado. Se leía todos los informes de inteligencia, programaba todas las acciones de las fuerzas armadas, no se le iba una… Bueno, sí, un par, una llamada “El Doc” y otra llamada Colina. Vamos, ¿alguien cree realmente que el chinito lindo sabía de las cosas que estos delincuentes hacían? ¡Por favor! Y bueno, si sabía, lo que se hizo fue un sacrificio necesario por un bien mayor. Después de todo, los cholos no pueden tener mp4 o celulares caminando por Larcomar, mejor que estén en una fosa común.

¡Suelten a Kenya! Él sabía todo lo bueno, pero nada de lo malo. Era tan inteligente para la estrategia militar, pero tan idiota para dejarse engañar por algunas personas. Es la dualidad humana. Separemos las cosas, el éxito del Perú es gracias al chinito, pero las violaciones de derechos humanos, la cleptocracia y el hijodeputismo es obra de Montachinos y su mafia.

Qué lindo es el Perú…


Jorge Ágreda Aliaga

Monday, June 16, 2008

Qué bonito es el tenis

Federer y Nadal: eternos rivales.


Esta temporada, mi tenista favorito -Roger Federer- ha estado jugando a media caña, sin convicción, sin esa contundencia de años anteriores. Para empezar, perdió el Abierto de Australia que cayó en manos de Djokovic y (por enésima vez) la final de Roland Garros ante Rafael Nadal. Esto último sí resultó humillante: el chaval lo llegó a blanquear en el tercer set por 6-0. Algo inconcebible para un número uno. Y más todavía para un número uno con los pergaminos del suizo. Ante esto muchos nos hemos preguntado qué diablos está pasando con Roger. ¿Ya fue? ¿Está viejo? ¿Arrastra alguna lesión? ¿Perdió las ganas de seguir jugando y ganando? No sé... Yo creo que todo jugador sale al campo con las intenciones de ganar. Es lo lógico. Y Roger gana (o ganaba) siempre. Todo lo que jugaba. Claro, hasta que apareció en escena el Rafa. Este muchachito insolente que se atrevió a faltarle el respeto al number one. El niño esteroide ganó su primer Roland Garros en 2005 con diecinueve añitos y dos días. Musculoso. Zurdo. Aguerrido. Siempre rascándose el culo antes de cada saque. Privó al suizo de la final del único Grand Slam que le ha sido esquivo hasta ahora. Y con esto se fue ganando a pulso mi odio más visceral. No lo pasaba ni con vino. Ni con Pisco Sour. Ni con gaseosa. Con nada. Odiaba al chavalillo insolente, y lo odiaba más cada vez que le ganaba a Federer. En esos encuentros me cuadraba frente al televisor y cruzaba los dedos para que alguna lesión repentina lo sacara del partido y del tenis, si fuera posible. Obviamente, mis deseos nunca se cumplieron.

Han pasado varios años y el chavalillo se ha hecho hombre, sigue rascándose donde no debe y –sobre todo- sigue ganando. Sobre tierra batida es invencible. Frente a Federer lo es más. Pero algo cambió. Tengo que confesar que en todo este tiempo he dejado de odiarlo poco a poco. Ya no puedo. El tenis no me lo permite. Es más, hasta he comenzado a apreciarlo, a agarrarle cariño. Sí, debo estar loco... Ahora con el que estoy molesto es con Roger. No puedo concebir que un hombre con su inmenso talento no pueda ganarlo todo. Siempre. Me encandilé con el suizo y me volví su hincha por eso: porque jugaba como nadie lo hacía. Por lo mismo que me gustaban Maradona y Zidane. Es inevitable. A todos nos gustan los talentosos, los que hacen fácil lo difícil, los que tienen esa “magia”. Es claro que Rafa no tiene ni la finura ni el talento de Roger, pero sí la fuerza física y mental para sacar adelante un partido. Tal vez por esto no me caía bien al principio. Nunca me gustó que la fuerza física, o mental, o la “garra” -como quieran llamarlo-, opacara al talento. Es como preferir al “Puma” Carranza antes que a Montaño (aunque hay algunos desequilibrados que tal vez preferirían al “Puma”). Pero, para ser justos, el español es mucho más que un jugador en excelente estado físico. Juega muy bien al tenis y tiene una fortaleza mental a prueba de balas. Ese creer en algo, jugarse la vida en ello y conseguirlo es lo que ha generado mi admiración por él. Nada es imposible y nunca hay que rendirse. Cuando lo veo correr de extremo a extremo de la cancha, salvar una bola que parecía perdida, caerse y levantarse sobre el pucho para contestar una pelota, no puedo evitar emocionarme. Es la actitud que tiene el Rafa lo que lo hace un campeón. Porque en el tenis, como en la vida diaria, tienes que tener esa mentalidad ganadora, a prueba de todo, para conseguir tus metas. Lucharla hasta lo último. Hasta cuando parece que ya todo está perdido y te sientes hasta las huevas. Como en la final del pasado domingo en el torneo de Queen´s ante Djokovic. En medio del partido, después de un resbalón, Rafa literalmente voló -cual Superman- para contestar una bola que terminó botando fuera, y se ganó el aplauso de todos los presentes (incluido el rival). Era una bola perdida, pero para él no. Con severas ampollas reventadas en los dedos de su mano izquierda siguió jugando y ganó. Es actitud, nada más.

Con esta última victoria Nadal demostró que también puede ganar en hierba. Algo que no había hecho hasta ahora. ¿Qué se viene? No lo sé… Sólo puedo decir que este número dos juega hace rato como número uno, y ya merece serlo.


Oscar Aybar

Karaoke

Teatro Mocha Graña, 17 de mayo de 2008

El número escrito en la parte superior del programa corresponde a la ubicación por orden de llegada. Fui el 58, aunque me senté bastantes sitios más atrás y con empellones de por medio.


Si el entretenimiento ligero, sin mayor pretensión que la de provocar una carcajada o una risa media sostenida, es una virtud en sí misma, Karaoke (dramaturgia de Gilberto Nué) lo cumple con soltura en dos de los cuatro actos que presenta. No todo tiene que ser trascendental o aterrador, muchas veces nos contentamos también con actuaciones a secas. Y ellas, más allá del texto simplón que les ha tocado interpretar, pagan la entrada (que, en este caso, fue con pase de sombrero).

Cada actor representa su historia al estilo de un stand-up comedy. Disfruté la primera. Más universal, creo que es la que mejor va a tolerar el tiempo. A riesgo del lugar común, su tema es la soledad de aquel a quien han dejado solo. Julián Estrada interpreta convincentemente a Rufo Perrota (el nombre no pudo ser más horrible), e improvisa con mucha habilidad. Un joven ya no vive con los padres tras la extraña muerte del perro de la familia y verdadero centro de los afectos. El joven evoca a la mascota y se confunde con ella en medio de la complicidad del público (de allí viene, supongo, la idea del nombre del personaje).

La tercera historia resultó también graciosa. Manuel Gold es Augusto Yépez, un mago bastante incompetente, pero simpático, que ensaya fracasados juegos de prestidigitación con cartas, en los que también, cual ventrílocuo, da voces a un imaginario auditorio que lo aclama y condena. Emilram Cossío es desaprovechado en el segundo acto. Espaciolo Núñez es un extraterreste (de allí la originalidad del nombre) obligado a ser un vendedor todo terreno sin la mínima fortuna. El texto es pobre y demasiado próximo al estilo de los cómicos ambulantes.

Vera Castaño como Rebeca Gonzáles: el último monólogo es absolutamente innecesario. Sin ningún sentido, es cansado hasta el extremo de mirar en más de una oportunidad el celular para ver la hora, sentir lo incómodo de las sillas de plástico, lo maltratado del teatro, el trabajo pendiente, el regreso a lo cotidiano. Supuestamente tuvo el propósito de hilvanar los tres actos anteriores en un punto común (la llamada por teléfono a los tres personajes anteriores en busca de una cita), pero lo cierto es que es una descortesía para el espectador que tiene por principio no levantarse hasta que la función haya terminado.

La coreografía de los actores para el tránsito de uno a otro acto, sin desconocer la válida opción del director que gusta de Cerati, me pareció muy larga. La obra inicia y acaba con un vídeo también prolongado. Aquí debo admitir que soy una persona antigua e intolerante; no tengo sensibilidad para apreciar estos entreveros.

La dirección estuvo a cargo de Diego López. Esperamos su próxima entrega.


Abraham García Chávarri

Friday, June 13, 2008

Megadeth en Lima: Sinfonía de destrucción

Miércoles 11 de junio de 2008, explanada del estadio Monumental

Foto por Droogie

Eran las dos y media de la tarde y al menos cincuenta individuos ya hacían cola, la mayoría enfundados en sus polos de Megadeth, pero también de otras bandas del género (menos de Metallica). Luego de pedir a los que me antecedían que guardaran mi sitio, a lo cual accedieron gentilmente, me fui a almorzar. Volví pasadas las cuatro y los de la fila ya eran varios centenares. Algunos combatían el frío con ron, otros con tronchos, mientras varios más mataban el hambre con chatarra que los recién llegados iban trayendo. Ya posicionado, pude ver más camisetas negras que seguían subiendo desde el óvalo, alimentando mis esperanzas de ver colmado el recinto.

A las seis nos dejaron entrar a la explanada y me dispuse a coger la mejor ubicación en mi zona, "Rust In Peace", a treinta metros del escenario. Éste estaba decorado de forma bastante sencilla, con un telón de fondo con el logo del grupo, flanqueado por dos pantallas gigantes, más los amplificadores y las luces de rigor. La excelente música de fondo hizo menos tediosa esta nueva espera. Se dejó ver Fiorella Rodríguez, cada vez más flaca (parecía la versión femenina de Vic Rattlehead), también Koki Belaunde (¿?), entre otros representantes de la fauna de Chollywood. Mientras tanto, nosotros dábamos de alaridos y hacíamos la seña de los cuernos que popularizara Ronnie James Dio a las cámaras de los programas de espectáculos.

A las ocho, ya era evidente que no se alcanzaría el lleno total, lo cual me entristeció un poco. Sin embargo, el entusiasmo de los presentes hacía augurar que sería una noche de aquellas. Por las pantallas gigantes se confirmó para el 5 de agosto la llegada del prestidigitador del hacha Joe Satriani (¡imperdible!) y también publicitaron el show teatral de Chespirito (duramente pifiado). Iron Maiden asaltó nuestros oídos y comenzamos a corear sus canciones, preparando las gargantas para lo que se nos venía. Sin que terminase Run To The Hills, y un minuto antes de la hora señalada, Megadeth salió a escena.

Apenas vi a Mustaine y compañía, pensé que me arrepentiría hasta el fin de mis días por no haber llevado cámara, pero pronto caí en cuenta que desde mi posición nunca hubiera podido obtener alguna imagen o filmación decente (el pogo en mi zona fue tan brutal que casi derribamos la valla de contención, lo que obligó a los de seguridad a reforzarla con grandes barras de metal). A cambio, el no tener nada o nadie a quien proteger me hizo disfrutar al máximo del espectáculo.

El cuarteto arrancó con Sleepwalker y el frenesí se apoderó de nosotros. Take No Prisoners, In My Darkest Hour, Hangar 18 y demás clásicos fueron coreados hasta la afonía, no así los temas del último álbum, recibidos con relativa tibieza por la audiencia. Justo antes de empezar À Tout Le Monde, el gran Dave colgó en el soporte de su micrófono una bandera peruana que habían arrojado al escenario y allí flameó durante el resto de la función. En Symphony Of Destruction todos fuimos uno y el grito "Megadeth, Megadeth, Perú es Megadeth" acompañó a Mustaine cada vez que hacía el legendario riff. Luego vino Trust, con sus infaltables estrofas en nuestro idioma (nunca me sentí tan identificado con aquello de "Me duele todo el cuerpo") y siguieron las impactantes She-Wolf y Peace Sells, dejando para el cierre la delirante Holy Wars... The Punishment Due. Me sorprendió que no tocaran Mechanix (en Chile y Argentina sí lo hicieron) y me quedé con las ganas de escuchar Foreclosure Of A Dream (mi favorita del conjunto). Incluso así, me pareció un set list demoledor.

El desempeño de Dave Mustaine merece un párrafo aparte, pues no todos los días toca en nuestro país una leyenda como él. Su capacidad con las seis cuerdas sigue intacta y muchos emulamos sus fenomenales solos desde nuestras air guitars; es un alivio ver que aquella lesión a los nervios de su brazo izquierdo (que amenazó con retirarlo prematuramente de los escenarios) quedó sólo como un mal recuerdo. El colorado, que normalmente es bastante frío y tímido, estuvo feliz con la respuesta del público, se dejó adorar sin remordimientos y (pese a lo horrible de su castellano) se mandó con varias frases que nos encandilaron, nos agradeció el cariño que le profesamos y prometió volver muy pronto.

Respecto al trío que acompañó a Megadave, Chris Broderick demostró que era cierto todo lo bueno que se decía de él y por momentos nos hizo olvidar al genial Marty Friedman. James LoMenzo la rompió en el bajo (sobre todo en Peace Sells) e hizo sentir su presencia escénica, dirigiéndose constantemente al público con una gran sonrisa (la mayoría ni se acordó que "JLo" fue miembro de White Lion, una banda de glam metal). Carismático, el gringo. Quien no me terminó de convencer fue Shawn Drover, quien en shorts y con su polo de la selección peruana parecía recién llegado de una pichanga. A la percusión le faltó poder y virtuosismo, pienso que Mustaine puede conseguir un mejor baterista para su banda.

El comportamiento del público fue normal, para lo que se puede esperar en un concierto de estas características. El pogo, si bien rudo, nunca fue malintencionado y no hubo lesionados de consideración. Tampoco faltaron quienes abandonaron su zona en pos de acercarse más al conjunto, pero los gorilas de seguridad los hacían volver o los botaban del local a empellones. La nota negra de la velada la protagonizó un infeliz que se subió al escenario, pero uno de los roadies lo neutralizó rápidamente, mientras Mustaine se quería comer con los ojos a los encargados de protegerlo por la demora en su reacción y por no haber previsto esa contingencia.

Sin temor a equivocarme, puedo afirmar que este ha sido, de lejos, el mejor concierto de metal realizado en el Perú. Aunque duró sólo noventa minutos y hubo algunos problemas con el sonido (sobre todo al principio), fue un espectáculo muy intenso y nos dejó molidos y extenuados, pero dichosos. Fue todo un privilegio haber asistido, lo guardaré permanentemente en mi memoria.


Set List:

Sleepwalker
Wake Up Dead
Take No Prisoners
Skin O' My Teeth
Washington Is Next!
Kick The Chair
In My Darkest Hour
Hangar 18
Gears Of War
À Tout Le Monde
Tornado Of Souls
Ashes In Your Mouth
Burnt Ice
Symphony Of Destruction
Sweating Bullets
Trust
She-Wolf
Peace Sells
Holy Wars... The Punishment Due


Jorge Luis Gutiérrez Torres

Thursday, June 05, 2008

El humano cuyo nombre sea escrito aquí, morirá

Ryuk es un shinigami (la personificación de la muerte, según la mitología nipona) cuya única ocupación, y la de sus congéneres, es matar humanos para prolongar su propia existencia. Para tal fin, debe escribir los nombres de sus víctimas en un cuaderno especial, con un sinnúmero de reglas, que todo shinigami posee. Un día, harto de eones de rutina, Ryuk decide arrojar su cuaderno al mundo humano en búsqueda de entretenimiento.

Dicho objeto es encontrado por Yagami Raito, uno de los mejores estudiantes de todo Japón. A pesar de ser también un destacado deportista, muy popular (sobre todo con las chicas) y miembro de una familia nada disfuncional, Raito es víctima, al igual que Ryuk, de un aburrimiento monumental. Tras probar el cuaderno un par de veces y convencerse de que realmente funciona, el joven inicia una anónima cruzada contra el crimen y al cabo de pocas semanas adquiere gran notoriedad en todo el orbe, tras el deceso masivo de delincuentes.

Ante estos acontecimientos, el mundo se polariza. Los adolescentes y no pocos adultos aprueban la labor de Raito, lo idolatran, crean páginas web en su honor y lo bautizan "Kira" (anglicismo japonés de killer), mientras que las fuerzas del orden toman la firme determinación de atraparlo. Al no encontrar una explicación racional a las muertes, la policía decide contactar a "L", el detective de fama internacional (pero cuya identidad es un misterio) que se dedica a resolver sólo los casos más difíciles a nivel mundial. Dotados de la misma y brillante capacidad deductiva y de raciocinio, Kira y L se enfrascan en un duelo intelectual de proporciones épicas para desenmascararse mutuamente, mientras que ambos reclaman para sí el título de ser la justicia.

Así comienza "Death Note" (2006), el último gran anime que he visto (gracias por recomendármelo, Daniela) y todo un fenómeno en su género. Elevado a los altares por la fanaticada otaku, es tal su éxito que en Japón ya se han estrenado dos adaptaciones cinematográficas (hay una tercera en preparación) y su merchandising inunda todas las tiendas de Oriente, siendo las réplicas de los cuadernos de los shinigami su producto más vendido.

Basada en el manga homónimo creado por Obata Takeshi y Oba Tsugumi, "Death Note" se divide en treinta y siete episodios de veinte minutos cada uno. La serie atrapa de inmediato al espectador gracias a su argumento profundamente imaginativo, impresionante ritmo narrativo y el perfecto delineado de sus protagonistas (hasta los personajes secundarios tienen su momento de gloria). Es impecable también desde el punto de vista técnico, pues todos sus componentes están diseñados de forma memorable. Además, la animación es fluida en extremo y presenta unos planos tan originales que podrían sonrojar de envidia a muchos directores de cine. La suma de todos estos factores lo hacen, a mi entender, el mejor anime de la década. Imprescindible.

Recomiendo que vean "Death Note", les garantizo que les gustará (incluso a los que no están familiarizados con el género). Dicen que el manga es incluso más grandioso, espero conseguirlo muy pronto.


Jorge Luis Gutiérrez Torres

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