Monday, June 16, 2008

Karaoke

Teatro Mocha Graña, 17 de mayo de 2008

El número escrito en la parte superior del programa corresponde a la ubicación por orden de llegada. Fui el 58, aunque me senté bastantes sitios más atrás y con empellones de por medio.


Si el entretenimiento ligero, sin mayor pretensión que la de provocar una carcajada o una risa media sostenida, es una virtud en sí misma, Karaoke (dramaturgia de Gilberto Nué) lo cumple con soltura en dos de los cuatro actos que presenta. No todo tiene que ser trascendental o aterrador, muchas veces nos contentamos también con actuaciones a secas. Y ellas, más allá del texto simplón que les ha tocado interpretar, pagan la entrada (que, en este caso, fue con pase de sombrero).

Cada actor representa su historia al estilo de un stand-up comedy. Disfruté la primera. Más universal, creo que es la que mejor va a tolerar el tiempo. A riesgo del lugar común, su tema es la soledad de aquel a quien han dejado solo. Julián Estrada interpreta convincentemente a Rufo Perrota (el nombre no pudo ser más horrible), e improvisa con mucha habilidad. Un joven ya no vive con los padres tras la extraña muerte del perro de la familia y verdadero centro de los afectos. El joven evoca a la mascota y se confunde con ella en medio de la complicidad del público (de allí viene, supongo, la idea del nombre del personaje).

La tercera historia resultó también graciosa. Manuel Gold es Augusto Yépez, un mago bastante incompetente, pero simpático, que ensaya fracasados juegos de prestidigitación con cartas, en los que también, cual ventrílocuo, da voces a un imaginario auditorio que lo aclama y condena. Emilram Cossío es desaprovechado en el segundo acto. Espaciolo Núñez es un extraterreste (de allí la originalidad del nombre) obligado a ser un vendedor todo terreno sin la mínima fortuna. El texto es pobre y demasiado próximo al estilo de los cómicos ambulantes.

Vera Castaño como Rebeca Gonzáles: el último monólogo es absolutamente innecesario. Sin ningún sentido, es cansado hasta el extremo de mirar en más de una oportunidad el celular para ver la hora, sentir lo incómodo de las sillas de plástico, lo maltratado del teatro, el trabajo pendiente, el regreso a lo cotidiano. Supuestamente tuvo el propósito de hilvanar los tres actos anteriores en un punto común (la llamada por teléfono a los tres personajes anteriores en busca de una cita), pero lo cierto es que es una descortesía para el espectador que tiene por principio no levantarse hasta que la función haya terminado.

La coreografía de los actores para el tránsito de uno a otro acto, sin desconocer la válida opción del director que gusta de Cerati, me pareció muy larga. La obra inicia y acaba con un vídeo también prolongado. Aquí debo admitir que soy una persona antigua e intolerante; no tengo sensibilidad para apreciar estos entreveros.

La dirección estuvo a cargo de Diego López. Esperamos su próxima entrega.


Abraham García Chávarri

2 comments:

Anonymous said...

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Anonymous said...

Yutarets! kasagad bah!

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