Monday, June 16, 2008

Qué bonito es el tenis

Federer y Nadal: eternos rivales.


Esta temporada, mi tenista favorito -Roger Federer- ha estado jugando a media caña, sin convicción, sin esa contundencia de años anteriores. Para empezar, perdió el Abierto de Australia que cayó en manos de Djokovic y (por enésima vez) la final de Roland Garros ante Rafael Nadal. Esto último sí resultó humillante: el chaval lo llegó a blanquear en el tercer set por 6-0. Algo inconcebible para un número uno. Y más todavía para un número uno con los pergaminos del suizo. Ante esto muchos nos hemos preguntado qué diablos está pasando con Roger. ¿Ya fue? ¿Está viejo? ¿Arrastra alguna lesión? ¿Perdió las ganas de seguir jugando y ganando? No sé... Yo creo que todo jugador sale al campo con las intenciones de ganar. Es lo lógico. Y Roger gana (o ganaba) siempre. Todo lo que jugaba. Claro, hasta que apareció en escena el Rafa. Este muchachito insolente que se atrevió a faltarle el respeto al number one. El niño esteroide ganó su primer Roland Garros en 2005 con diecinueve añitos y dos días. Musculoso. Zurdo. Aguerrido. Siempre rascándose el culo antes de cada saque. Privó al suizo de la final del único Grand Slam que le ha sido esquivo hasta ahora. Y con esto se fue ganando a pulso mi odio más visceral. No lo pasaba ni con vino. Ni con Pisco Sour. Ni con gaseosa. Con nada. Odiaba al chavalillo insolente, y lo odiaba más cada vez que le ganaba a Federer. En esos encuentros me cuadraba frente al televisor y cruzaba los dedos para que alguna lesión repentina lo sacara del partido y del tenis, si fuera posible. Obviamente, mis deseos nunca se cumplieron.

Han pasado varios años y el chavalillo se ha hecho hombre, sigue rascándose donde no debe y –sobre todo- sigue ganando. Sobre tierra batida es invencible. Frente a Federer lo es más. Pero algo cambió. Tengo que confesar que en todo este tiempo he dejado de odiarlo poco a poco. Ya no puedo. El tenis no me lo permite. Es más, hasta he comenzado a apreciarlo, a agarrarle cariño. Sí, debo estar loco... Ahora con el que estoy molesto es con Roger. No puedo concebir que un hombre con su inmenso talento no pueda ganarlo todo. Siempre. Me encandilé con el suizo y me volví su hincha por eso: porque jugaba como nadie lo hacía. Por lo mismo que me gustaban Maradona y Zidane. Es inevitable. A todos nos gustan los talentosos, los que hacen fácil lo difícil, los que tienen esa “magia”. Es claro que Rafa no tiene ni la finura ni el talento de Roger, pero sí la fuerza física y mental para sacar adelante un partido. Tal vez por esto no me caía bien al principio. Nunca me gustó que la fuerza física, o mental, o la “garra” -como quieran llamarlo-, opacara al talento. Es como preferir al “Puma” Carranza antes que a Montaño (aunque hay algunos desequilibrados que tal vez preferirían al “Puma”). Pero, para ser justos, el español es mucho más que un jugador en excelente estado físico. Juega muy bien al tenis y tiene una fortaleza mental a prueba de balas. Ese creer en algo, jugarse la vida en ello y conseguirlo es lo que ha generado mi admiración por él. Nada es imposible y nunca hay que rendirse. Cuando lo veo correr de extremo a extremo de la cancha, salvar una bola que parecía perdida, caerse y levantarse sobre el pucho para contestar una pelota, no puedo evitar emocionarme. Es la actitud que tiene el Rafa lo que lo hace un campeón. Porque en el tenis, como en la vida diaria, tienes que tener esa mentalidad ganadora, a prueba de todo, para conseguir tus metas. Lucharla hasta lo último. Hasta cuando parece que ya todo está perdido y te sientes hasta las huevas. Como en la final del pasado domingo en el torneo de Queen´s ante Djokovic. En medio del partido, después de un resbalón, Rafa literalmente voló -cual Superman- para contestar una bola que terminó botando fuera, y se ganó el aplauso de todos los presentes (incluido el rival). Era una bola perdida, pero para él no. Con severas ampollas reventadas en los dedos de su mano izquierda siguió jugando y ganó. Es actitud, nada más.

Con esta última victoria Nadal demostró que también puede ganar en hierba. Algo que no había hecho hasta ahora. ¿Qué se viene? No lo sé… Sólo puedo decir que este número dos juega hace rato como número uno, y ya merece serlo.


Oscar Aybar

2 comments:

Anonymous said...

No cabe duda que tu "Roger" ya no es lo que creías. Su carencia de fuerza mental quedó demostrada en la última final de Australia. Sin embargo, debo decir que lo más patetico del abierto fue ver la imagen de tu (ex) campeón chillando al ver que premiaban al Rafa(definitivamente, no da la tala).

Oscar Aybar said...

Y verás que regresó por sus fueros!!! Rolland Garros, Wimbledon, final de US Open, y de nuevo es number 1!!!... Así, son los grandes, anónimo.

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