He descubierto las verdades, las he visto por TV… Y todo se debe a mi lindo Perú, donde ya sé lo que es ser campeón, pero no sé lo que es perder, porque la culpa siempre la tiene el otro.
Y vayamos por partes:
1. Yo le di alegría a veintiocho millones de peruanos… pero no juego los partidos
Como que no es necesario hablar de los seis balones que introdujo Uruguay en el arco peruano. Como que sobran palabras respecto de la mejor generación de futbolistas peruanos de los últimos cincuenta años o de su técnico ganador. Después de todo, la historia ya tiene reservadas páginas doradas para los saltos y despejes de Alberto Rodríguez, para la hombría de Neyra, para la constancia de Cevasco, para la genialidad táctica de Del Solar. Es ocioso hablar de algo tan bello, donde sobran palabras.
Sin embargo, creo que es necesario hablar de nuestros geniales y desinteresados dirigentes. Ellos, comandantes de los éxitos (cada vez mayores) que nos han rodeado últimamente, y delegantes (porque así lo exigen los tiempos corrientes) de las grandes responsabilidades en intrascendentes goleaditas de media docena.
Por ejemplo, basta recordar cuando los llamados “jotitas” clasificaron al Mundial de la categoría e hicieron una campaña decorosa. Todos fuimos testigos como el Presidente de nuestra gloriosa Federación Peruana de Fútbol asumió el éxito como propio, y bueno, tuvimos que agradecerle tal gestión. Claro, no podemos exigirle ahora que salga de la comodidad que le otorgan las sombras de los bajos de su cama para que venga a hablar de una tontería tal como un simple partido perdido, cuando además matemáticamente podemos clasificar. Exigirle su presencia es de derrotistas y poco hombres.
Mención aparte merece el señor de señores, aquel que, a pesar de sus ojitos sabios y frente amplia, responde al nombre de Juvenal. Es cierto, él fue el del éxito de Cienciano hace algunos años. ¿Qué? Se equivocan, no fue el gol de Lugo quien hizo gritar de alegría al Perú, sino que fue Juvenal quien le dio la alegría a veintiocho millones de personas. Y ya pues, Juvenal no jugó en el Centenario, no pudo ser él quien le causara tal vergüenza a esos mismos veintiocho millones de peruanos, todo fue culpa de los once de la franja (que ya parece el fabuloso Muni).
Por favor, hay que agradecerle a Mañuquito y a Juvenal los éxitos. No seamos tan miserables.
2. Capturé a los malditos… pero nunca pediré disculpas a esos indios
Cuando un cholo maneja bicicleta, tiene un mp4 y un celular con cámara, obviamente es un criminal peligroso. Lo sabemos todos y nadie tiene razones para quejarse, salvo los cholos, claro está. Y esa verdad casi absoluta la sabía el cada vez más respetable alcalde de Miraflores, Manuel Masías (¿alguien sabe cómo quedó el asunto de los albañiles mártires que fallecieron en aras del progreso?), quien evidentemente participó en la captura de tales avezados delincuentes.
Claro, luego se demostró que toda verdad es relativa y que estos cholos en realidad no eran delincuentes sino que eran deportistas. Bueno, cualquiera se equivoca, pero que no vengan con vainas, pues. No exageren, no es para tanto.
Y, aunque Míster Masías apareció echándose flores por la captura de estos aparentes avezados delincuentes que no lo eran, nadie puede exigirle a sus ojitos claros y a su sonrisa de marfil que pidan disculpas a cholos tan feos, ¿no? Después de todo, las investigaciones no han terminado, y quién sabe, tal vez resulte que estos chacchen coca, y un limeño de pura cepa no le puede pedir disculpas a cholos de dientes verdes y que malean la vista de Larcomar, ¿verdad? Además, los capturó la policía, que ellos pidan las disculpas… ¡No jodan!
3. En Santa Anita yo fui el héroe… en Moquegua la cagó Jordán
Impecable, Santa Anita. Todos somos héroes, todos felices, todos contentos. El Ministro del Interior (“LAC” para los amigos, “LAC… agaste”, para los demás) fue el cerebro de la operación, el Aníbal de Ate, el Julio César en las Galias mercaderiles, el ya no ya, el non plus ultra, el rico del barrio, el gordito simpaticón. Todos lo aplaudimos, todos nos alucinamos por tal muestra de eficiencia policial y dijimos “¡carajo!”.
Y bueno, lo de Moquegua es una anécdota. LAC no tuvo nada que ver, él es sólo el mando político, no tiene ninguna injerencia en las operaciones. Seamos honestos, el general Jordán fue el incompetente. ¿Cómo se le ocurre pedir perdón a varios miles de manifestantes que lo amenazaron con matarlo? Eso es de cobardes. ¿Acaso LAC le ha pedido perdón al Perú por mentir en el Congreso y por aferrarse al cargo de una manera tan vigorosa? ¡No, general! ¡Usted debió mirar desafiante a la turba y escupirle al rostro! Si lo mataban, usted habría sido héroe nacional junto con sus hombres, y los huérfanos y viudas de sus pobres policías se habrían muerto de hambre, sí. Pero orgullosos sí que iban a estar. ¡Cobarde, mil veces cobarde!
Ahora, el jefe Gorgory y LAC han mostrado sus razones por las cuales Jordán debe ser separado del cargo. Debería ser degradado y sus galones triturados, porque no es posible que un general (que es tan tonto de atreverse en el campo de batalla, donde las papas queman) se preocupe de la vida propia y de sus inermes subordinados.
Y, ¿LAC? Bueno, dicen que cuando deje de temblar y chuparse el dedo pulgar será condecorado por el Congreso y por el Presidente con la Orden de la Gran Constitución de 1993. Bien merecido.
4. Yo derroté al terrorismo y sabía todo lo que sucedía en el país... ¿Colina?, ¿qué es eso?
Y, por último, el gran líder, el chinito más lindo, aquel de la lengua traviesa, el que tiene por mascota un fétido mapache y una par de viejas cotorras, el suegro del perro Puñete, el gran héroe del Cenepa, pero sobre todo el héroe que derrotó al terrorismo y a la hiperinflación.
Y sí, Kenya es un genio, lo sabía todo, todo estaba fríamente calculado. Se leía todos los informes de inteligencia, programaba todas las acciones de las fuerzas armadas, no se le iba una… Bueno, sí, un par, una llamada “El Doc” y otra llamada Colina. Vamos, ¿alguien cree realmente que el chinito lindo sabía de las cosas que estos delincuentes hacían? ¡Por favor! Y bueno, si sabía, lo que se hizo fue un sacrificio necesario por un bien mayor. Después de todo, los cholos no pueden tener mp4 o celulares caminando por Larcomar, mejor que estén en una fosa común.
¡Suelten a Kenya! Él sabía todo lo bueno, pero nada de lo malo. Era tan inteligente para la estrategia militar, pero tan idiota para dejarse engañar por algunas personas. Es la dualidad humana. Separemos las cosas, el éxito del Perú es gracias al chinito, pero las violaciones de derechos humanos, la cleptocracia y el hijodeputismo es obra de Montachinos y su mafia.
Qué lindo es el Perú…
Jorge Ágreda Aliaga
Y vayamos por partes:
1. Yo le di alegría a veintiocho millones de peruanos… pero no juego los partidos
Como que no es necesario hablar de los seis balones que introdujo Uruguay en el arco peruano. Como que sobran palabras respecto de la mejor generación de futbolistas peruanos de los últimos cincuenta años o de su técnico ganador. Después de todo, la historia ya tiene reservadas páginas doradas para los saltos y despejes de Alberto Rodríguez, para la hombría de Neyra, para la constancia de Cevasco, para la genialidad táctica de Del Solar. Es ocioso hablar de algo tan bello, donde sobran palabras.
Sin embargo, creo que es necesario hablar de nuestros geniales y desinteresados dirigentes. Ellos, comandantes de los éxitos (cada vez mayores) que nos han rodeado últimamente, y delegantes (porque así lo exigen los tiempos corrientes) de las grandes responsabilidades en intrascendentes goleaditas de media docena.
Por ejemplo, basta recordar cuando los llamados “jotitas” clasificaron al Mundial de la categoría e hicieron una campaña decorosa. Todos fuimos testigos como el Presidente de nuestra gloriosa Federación Peruana de Fútbol asumió el éxito como propio, y bueno, tuvimos que agradecerle tal gestión. Claro, no podemos exigirle ahora que salga de la comodidad que le otorgan las sombras de los bajos de su cama para que venga a hablar de una tontería tal como un simple partido perdido, cuando además matemáticamente podemos clasificar. Exigirle su presencia es de derrotistas y poco hombres.
Mención aparte merece el señor de señores, aquel que, a pesar de sus ojitos sabios y frente amplia, responde al nombre de Juvenal. Es cierto, él fue el del éxito de Cienciano hace algunos años. ¿Qué? Se equivocan, no fue el gol de Lugo quien hizo gritar de alegría al Perú, sino que fue Juvenal quien le dio la alegría a veintiocho millones de personas. Y ya pues, Juvenal no jugó en el Centenario, no pudo ser él quien le causara tal vergüenza a esos mismos veintiocho millones de peruanos, todo fue culpa de los once de la franja (que ya parece el fabuloso Muni).
Por favor, hay que agradecerle a Mañuquito y a Juvenal los éxitos. No seamos tan miserables.
2. Capturé a los malditos… pero nunca pediré disculpas a esos indios
Cuando un cholo maneja bicicleta, tiene un mp4 y un celular con cámara, obviamente es un criminal peligroso. Lo sabemos todos y nadie tiene razones para quejarse, salvo los cholos, claro está. Y esa verdad casi absoluta la sabía el cada vez más respetable alcalde de Miraflores, Manuel Masías (¿alguien sabe cómo quedó el asunto de los albañiles mártires que fallecieron en aras del progreso?), quien evidentemente participó en la captura de tales avezados delincuentes.
Claro, luego se demostró que toda verdad es relativa y que estos cholos en realidad no eran delincuentes sino que eran deportistas. Bueno, cualquiera se equivoca, pero que no vengan con vainas, pues. No exageren, no es para tanto.
Y, aunque Míster Masías apareció echándose flores por la captura de estos aparentes avezados delincuentes que no lo eran, nadie puede exigirle a sus ojitos claros y a su sonrisa de marfil que pidan disculpas a cholos tan feos, ¿no? Después de todo, las investigaciones no han terminado, y quién sabe, tal vez resulte que estos chacchen coca, y un limeño de pura cepa no le puede pedir disculpas a cholos de dientes verdes y que malean la vista de Larcomar, ¿verdad? Además, los capturó la policía, que ellos pidan las disculpas… ¡No jodan!
3. En Santa Anita yo fui el héroe… en Moquegua la cagó Jordán
Impecable, Santa Anita. Todos somos héroes, todos felices, todos contentos. El Ministro del Interior (“LAC” para los amigos, “LAC… agaste”, para los demás) fue el cerebro de la operación, el Aníbal de Ate, el Julio César en las Galias mercaderiles, el ya no ya, el non plus ultra, el rico del barrio, el gordito simpaticón. Todos lo aplaudimos, todos nos alucinamos por tal muestra de eficiencia policial y dijimos “¡carajo!”.
Y bueno, lo de Moquegua es una anécdota. LAC no tuvo nada que ver, él es sólo el mando político, no tiene ninguna injerencia en las operaciones. Seamos honestos, el general Jordán fue el incompetente. ¿Cómo se le ocurre pedir perdón a varios miles de manifestantes que lo amenazaron con matarlo? Eso es de cobardes. ¿Acaso LAC le ha pedido perdón al Perú por mentir en el Congreso y por aferrarse al cargo de una manera tan vigorosa? ¡No, general! ¡Usted debió mirar desafiante a la turba y escupirle al rostro! Si lo mataban, usted habría sido héroe nacional junto con sus hombres, y los huérfanos y viudas de sus pobres policías se habrían muerto de hambre, sí. Pero orgullosos sí que iban a estar. ¡Cobarde, mil veces cobarde!
Ahora, el jefe Gorgory y LAC han mostrado sus razones por las cuales Jordán debe ser separado del cargo. Debería ser degradado y sus galones triturados, porque no es posible que un general (que es tan tonto de atreverse en el campo de batalla, donde las papas queman) se preocupe de la vida propia y de sus inermes subordinados.
Y, ¿LAC? Bueno, dicen que cuando deje de temblar y chuparse el dedo pulgar será condecorado por el Congreso y por el Presidente con la Orden de la Gran Constitución de 1993. Bien merecido.
4. Yo derroté al terrorismo y sabía todo lo que sucedía en el país... ¿Colina?, ¿qué es eso?
Y, por último, el gran líder, el chinito más lindo, aquel de la lengua traviesa, el que tiene por mascota un fétido mapache y una par de viejas cotorras, el suegro del perro Puñete, el gran héroe del Cenepa, pero sobre todo el héroe que derrotó al terrorismo y a la hiperinflación.
Y sí, Kenya es un genio, lo sabía todo, todo estaba fríamente calculado. Se leía todos los informes de inteligencia, programaba todas las acciones de las fuerzas armadas, no se le iba una… Bueno, sí, un par, una llamada “El Doc” y otra llamada Colina. Vamos, ¿alguien cree realmente que el chinito lindo sabía de las cosas que estos delincuentes hacían? ¡Por favor! Y bueno, si sabía, lo que se hizo fue un sacrificio necesario por un bien mayor. Después de todo, los cholos no pueden tener mp4 o celulares caminando por Larcomar, mejor que estén en una fosa común.
¡Suelten a Kenya! Él sabía todo lo bueno, pero nada de lo malo. Era tan inteligente para la estrategia militar, pero tan idiota para dejarse engañar por algunas personas. Es la dualidad humana. Separemos las cosas, el éxito del Perú es gracias al chinito, pero las violaciones de derechos humanos, la cleptocracia y el hijodeputismo es obra de Montachinos y su mafia.
Qué lindo es el Perú…
Jorge Ágreda Aliaga
1 comment:
jajajajaja XD tiene mucho de razón :D !
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