Thursday, April 05, 2007

¡Hola, soy Nico!... Y quiero ser tu amigo


Al empezar estas líneas para “reactivar” mi olvidado blog tenía planeado escribir sobre la última maravilla de Eastwood, “Cartas desde Iwo Jima”, pero no sé por qué extraña razón no tenía ganas de escribir sobre una película. Y –peor aún- no sé por qué rayos se me venía a la mente el rostro de mi amigo Nico (lo llamaremos así para mantener su identidad en reserva). Trataba de borrármelo de la mente, pero aparecía de nuevo, con su peinadito cojudo y hablándome sobre por qué “Los Infiltrados” es una película menor de Scorsese o dándome clases de historia del júlbo o de esa música estridente llamada rock. Total: decidí escribir sobre él. Espero no se moleste, si no… qué diablos.

Conozco a Nico hace nueve años, desde el T-1, donde conocí a muchos de mis mejores amigos que frecuento hasta hoy. Nico fue un caso raro para mí: no me inspiraba mucha confianza con su floro, pero me cayó bien. Él quería hacer amigos, y supongo que yo también. Venía de San Marcos de estudiar odontología y decía saberlo todo (ahora sé que sabe mucho menos de lo que dice, aunque tengo que aceptar que sobre algunos temas tiene una memoria prodigiosa). Un físico no muy agraciado. Una carencia total de habilidades para "el deporte rey". Y una extraña manía de querer bronquearse con todo el mundo, claro, cuando está en compañía de sus amigos y dizque borracho.

Nico es especialista en consolar damiselas caídas en desgracias amorosas y en afanar muchachas que bien podrían ser sus nietas. Ya pasó la base tres. El cuerpo ya no le da como antaño (la loza del colegio Americano puede dar fe de ello). Pero sigue en lo suyo. Terco él. ¡Ese es mi Nico, caracho! Un digno representante de la Católica. Podría decirse, si lo describimos someramente, que Nico es un tipo con perfil ganador: tiene facilidad para hacer “amigas”, juega julbito todos los domingos, es culto, etecé, etecé, etecé… Digamos que todo eso es cierto parcialmente. Pero lo que más me gusta de Nico es que es el tipo de persona que siempre está dispuesto a tomar una más (y más y más… y más), que en cualquier momento –de la nada- puede caer contigo a cualquier cuchitril de esquina: un buen borracho con el que puedes contar. Tengo que confesar que no he tomado con él tanto como hubiera querido, aunque últimamente las chupetas postpichanga se están haciendo una sana costumbre. También confieso que en esos avatares tengo que soplarme sus disertaciones sobre diversos temas (y créanme que el Nico borracho sabe más que el Nico sano), ser testigo de sus patéticas imitaciones a doña Florinda (confundió a un larguirucho amigo con don Ramón) e incluso ser blanco de sus pseudodiatribas (hay testigos que lo escucharon llamarme: “estornudo de la industria”). Como sea, Nico es un buen pata. Sé que va a sonar cursi, pero, ¡sí, pues!, confieso que lo soy: estimo mucho a este vegete. (Presumo que por eso le soporto todas sus malacrianzas.) Y espero que sigamos siendo patas hasta que nos muramos… ¿Ya les dije que él es un adulto mayor? Bueno, también ¿qué quieren? Ya son nueve años soportándolo.

Ah, se me olvidaba… Nico, aparte de borracho y bronquero irracional, es antisemita y homofóbico... ¡Qué tipazo!

Oscar Aybar

1 comment:

Anonymous said...

PArece que ese Nico del que hablas debe ser todo un HUEVONAZO!!!!!!!. ElDoc

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