Saturday, April 14, 2007

Las dulces palabras de mi madre

En los últimos días he amanecido con el ánimo algo bajoneado, melancólico, medio tristón. No sé exactamente por qué (o sí sé, pero son tantas cosas y tan delicadas que prefiero hacerme el loco). Igual, ya se me pasará. Siempre que atravieso estas etapas traumático-depresivas pongo un buen disco de salsa y me entrego al desenfreno de los bongós, tumbas, timbales y demás, y se me pasa. O al menos la paso mejor. Pero esta vez, por una extraña razón, me estaba durando más de lo habitual. Probé con otra música: regional mexicana, clásica, urbano peruana (como le llama un amigo a la música chicha), pero nada. Estaba divagando en un montón de tonterías, que al final son las que te quitan el sueño cojudamente, cuando llamó mi mamá de los yunaites.

Mi madre está en USA hace tres meses tomando unas merecidas vacaciones, cosa que está acostumbrando hacer estos últimos años. Ya está en edad de disfrutar, supongo. Me alegró mucho escucharla ya que no hablaba con ella hacía varias semanas, y ya se estaba haciendo costumbre escuchar de mi padre cada vez que llego a la casa el “llamó tu mamá; ¿dónde andas, pues?”. Me reconoció en el acto y me dijo –con todo el desparpajo que acostumbra-: “Cabeza de huevo, ¿cómo están las cosas?”. Le expliqué cómo andaba todo y terminé diciéndole que estaba muy aburrido. Esperando el consuelo materno sólo me di de cara con mi triste realidad. Me dijo que me dejara de sonseras, que me despabilara, que ya no podía seguir en ese plan, que ya iba a cumplir treinta (aunque todavía tengo veintisiete), que nunca me dura ninguna chamba, que nunca me dura ninguna novia, que seguramente estoy más gordo (presumo que mi viejo le ha ido con el chisme) y una serie de cosas más que harían hundir mi autoestima varios metros bajo tierra. Pero no. Conversamos casi una hora y nos divertimos mucho, hasta que se le acabó el crédito de la tarjeta. Después me sentí mucho mejor. Inexplicablemente, de pronto, había desaparecido toda la apatía.

Creo que le he heredado alguito a mi mamá de decir las cosas tan crudas, de ser tan cagón y de “bajar de su nube” a las personas. No soy tan bueno como ella, pero hago mi mejor esfuerzo. Total: Dicen que lo que no te mata te hace más fuerte. Ahorita mismo estoy escuchando –y disfrutando- una salsa de aquellas: “El Jolgorio”, de mi grupo favorito El Gran Combo de Puerto Rico… Sí que son buenos los desgraciados.


Oscar Aybar

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